Que muchos dirigentes, incluso de nuestro entorno, van de salvapatrias, es cosa sabida. Representantes de la "clase dirigente" que se autocalifican como estadistas y que están autoconvencidos de que juegan un papel esencial. Ignorantes, no saben que los papeles no se juegan, se desempeñan.
Pero de todos los salvapatrias que nos rodean hay cinco especialmente patéticos: el primero es Hugo Chávez. Un sujeto que ha hecho del populismo su bandera, que tiene (o tenía) su propio programa de televisión para adoctrinar a las incultas masas que su propio régimen fomenta. Un sujeto que se cree heredero de Bolívar, ahí es nada, y que deja boquiabierto a medio mundo al decir en Naciones Unidas "aquí ayer ha estado el diablo. Todavía huele a azufre..." . No comentaremos nada más. Le vendrían bien unas sesiones de diván.
El segundo es Evo Morales, un humilde cocalero que se vio de la noche a la mañana sentado en el sillón presidencial buscando los brazos del mismo. Evo Morales dice que los recursos de Bolivia son del pueblo, y me parece digno de elogio. Vulnerando toda la legislación mercantil internacional, se decide a nacionalizar el sector energético pisoteando los derechos de las empresas explotadoras de dichos recursos. "Los derechos del pueblo están por encima de las empresas". Bueno, en un país dominado por la miseria, podría llegar a admitirse si nos ponemos revolucionarios. Las empresas no tienen más remedio que ceder y firmar nuevos acuerdos con el gobierno boliviano. Y yo me pregunto: el pueblo boliviano, ese que es tan importante para Evo Morales ¿ha notado algo tras la nacionalización? ¿Ha crecido su renta per cápita? Quizá sea pronto para evaluarlo, pero desde hoy me juego tres copas a que finalmente el pueblo no verá un duro procedente de la nacionalización. Me juego tres copas a que muchos miles de millones resbalarán por el desfiladero de la corrupción sudamericana y a que el pueblo seguirá metido hasta las cejas en el mismo charco de miseria en el que está ahora. Al tiempo.
El tercero es Lula. Ese que arrasó en las elecciones de Brasil hace unos años con un programa electoral revolucionario "en lo social" (como dicen los entendidos). Cuatro años después, siguen existiendo las favelas, los índices de pobreza y criminalidad son más elevados (dénse ustedes una vuelta por Sao Paulo y verán más pistolas por metro cuadrado que en la Comisaría de Intxaurrondo), y los escándalos de corrupción han sido el pan nuestro de cada día en Brasil. Lula, el defensor de los pobres, el político honrado, coqueteando con el Premio Nobel de la Paz, resulta que ha creado un gobierno corrupto como el que más, y aún así, se presenta a estas últimas elecciones como "el salvador" de Brasil, prometiendo que acabará con la corrupción (que él mismo y sus ministros han fomentado), y prometiendo que "va a modernizar Brasil y a sacarlo de la pobreza". Mire, cuénteme otra de miedo. Pero no, va el tío y gana con un 60% de los votos. Un personaje que rige los destinos de uno de los países con mayor potencial de riqueza del mundo y que es incapaz de conseguir que los 8 niños de cada 10 que trabajan desde los 4 años o que simplemente vagan por las calles esnifando pegamento, vayan a la escuela. Vamos bien.
El cuarto es Castro. Inefable. Sublime. No me ensañaré con la tercera edad, pero ese "PATRIA O MUERTE" entrecortado que soltó hace dos días en el hospital lo hace todavía más patético. Por no hablar del coro de plañideras que le contestaron "VENCEREMOS"... ¿A quién...? Castro, otro salvapatrias que desde hace cuarenta años tiene a su gente convencida de que la pobreza honra a un pueblo, y que en todo caso el Imperio Yankee es el culpable de todos sus problemas. Castro se quedó colgado en los años cuarenta, y con él la mayoría de su pueblo, para su desgracia. El Comandante ha rodeado su cáncer terminal de un halo de misterio digno de los mejores tiempos de Chernienko. Menos mal que les queda la música y los misiles pintados de rojo desfilando por la Habana. Hace poco me contaba un amigo que le visitó un amigo cubano que no conocía Europa y que flipaba viendo los supermercados. Pobre gente. Tienen la mala suerte de tener sobre sus cabezas un dictador que se cree el pastor de su pueblo frente a la barbarie capitalista que les rodea.
Para que no me acusen de estar "lateralizado", les diré que el quinto de mi lista es Bush. Sorprendente, ¿verdad? El guardián del mundo. El enemigo del terrorismo. Bush es más civilizado (o por lo menos eso parece), a pesar de haber arrasado Irak (¿alguien se acuerda de que la Alianza que decidió intervenir militarmente en Irak tras el 11-S estaba formada por unos 190 países, algunos de ellos de régimen islámico? Nadie). Lo que es es un poco inútil. Ya no es que desconozca dónde está Armenia en un mapa, es que con un poderío militar inigualable ha sido incapaz de poner un mínimo orden en el avispero iraquí. Incapaz de capturar a Osama Bin Laden aunque lleve una bomba con un chip de seguimiento como llavero. Un poco inútil sí que es el chico. Y diplomacia tiene la de un jabalí, que se le va a hacer. Pero una cosa sí hay que reconocerle: el nivel de vida de "su" pueblo no ha disminuido en sus años de mandato. Ha habido ciertos recortes de libertades, es cierto, por mor de la amenaza terrorista (recortes que a la CIA, dicho sea de paso le vienen bastante bien para controlarlo casi todo), pero los americanos tienen elecciones libres cada cuatro años, cosa esta a la que un cubano, por ejemplo, no podría aspirar.
Los cinco, de todos modos, tienen algo en común: todos se creen los salvadores de su patria. A ver cuando se enteran que los humanos no necesitamos salvadores, sólo necesitamos gobernantes que sepan gestionar con eficacia y con honradez. Ni más ni menos.
Si desaparezco, ya saben por qué ha sido. He citado en el mismo texto las tres palabras mágicas: Bush, terrorismo y bomba. En cualquier momento los federales pueden echarme la puerta abajo, pero eso... sólo serán gajes del oficio.