CONECTADOS AHORA

Buscar este blog

viernes, septiembre 24, 2010

EL CHOLLO EUROPEO

Europa da ejemplo: en plena crisis, con un paro galopante y un número cada vez mayor de desempleados de larga duración cuyos derechos a la cobertura de las indemnizaciones por desempleo caducan, se reabre el viejo debate del trato privilegiado que desde finales de los años 60 -nada menos- reciben los comisarios europeos cuando abandonan sus puestos en Bruselas. 
La cuestión es exponencialmente más grave si tenemos en cuenta que la Comisión Europea se ha declarado contraria a las indemnizaciones millonarias y a los contratos blindados del sector privado (en particular de los banqueros), lo cual ya clama al cielo. Resulta que la Comisión quiere regular los ceses blindados del sector privado (un sector que gestiona su propio dinero, al fin y al cabo), y en cambio mantiene indemnizaciones millonarias para sus propios integrantes sin despeinarse. La voracidad regulatoria no tiene límites. Como la indecencia política.
El periódico alemán Financial Times Deutschland publicó ayer que el liberal irlandés Charlie McCreevy, comisario europeo de Mercado Interior entre 2004 y 2009, y que en la actualidad trabaja en el sector privado (en concreto en la aerolínea Ryanair) recibe -además de su sueldo por trabajar para dicha empresa- 11.000 euros mensuales de la Comisión Europea. Es decir, de dinero público. Resulta que la Comisión Europea aplica la siguiente regla para los que han sido integrantes de esa casta privilegiada de ladrones con corbata: cuando un comisario europeo cesa en su cargo y pasa a trabajar para el sector privado, si su nuevo sueldo es inferior al que tenía en su cargo, la Comisión Europea, o sea, usted y yo, y los paganos de siempre, le cubrimos la diferencia. Es acojonante, pero es así. Cuando lo que tenía que hacer un comisario cesante es no trabajar para el sector privado durante un tiempo prudencial, para que no se le permita aprovecharse de su influencia, no sólo se le permite, sino que si su sueldo es cortito, se lo suplementamos con las potentes arcas públicas de la UE. 
Por otra parte, la Comisión Europea estudia el caso del alemán Günter Verheugen, comisario de Ampliación de la UE a los países del Este entre 1999 y 2004, y vicepresidente del Ejecutivo comunitario, además de  comisario de Empresa e Industria entre 2004 y 2009. Verheugen se habría establecido como dirigente de un lobby, al estilo USA, sin pedir la autorización previa del comité de ética de Bruselas. Comité que vela para evitar conflictos de intereses de comisarios y ex comisarios. Verheugen, durante su estancia en la Comisión Europea, se vio salpicado por un escándalo en el que presuntamente ascendió a jefe de su Gabinete a su amante, lo que además de crédito político le costó separarse de su mujer. El pobre hombre tuvo que recurrir a la justicia para evitar la publicación de unas fotos suyas con su nueva pareja en una playa nudista del norte de Europa. Estos son nuestros dirigentes, los que nos piden que nos apretemos el cinturón y que hagamos "esfuerzos adicionales". 
España no se libra de esta oleada de indecencia: el caso español más cercano en el tiempo es Pedro Solbes, que con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al poder pasó de ser comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios a vicepresidente español y titular de la cartera de Economía y Hacienda. Solbes cobró al mismo tiempo -también sin despeinarse- su sueldo como miembro del Gobierno español y la indemnización por haber dejado de ser eurócrata. Cuando se le acabó esta indemnización dorada, al sueldo de vicepresidente le sumó la pensión de jubilación europea aunque en España siguiera en activo. Y ojo, esto no es ilegal. Lo escandaloso es que estos enjuagues, estos masajes de dinero público que se dan nuestros políticos están concienzudamente permitidos por ellos mismos, que al fin y al cabo son los que legislan. 
La Comisión Europea confirmó ayer que en la actualidad 16 ex comisarios reciben el generoso aporte vitamínico-financiero de la UE. La regla es que tienen derecho durante los 3 años posteriores a su salida de Bruselas a embolsarse mensualmente (según los años de servicio) entre el 40 y el 65% de su sueldo. Hay que tener en cuenta (y deberíamos enmarcar la cifra) que el salario base bruto actual de un comisario es de 20.278,23 euros mensuales. Sin contar dietas ni descuentos en líneas aéreas u otros privilegios. VEINTE MIL DOSCIENTOS SETENTA Y OCHO CON VEINTITRES EUROS MENSUALES. Lo que hace la bonita cifra de 243.338,76 eurazos al año. Pues bien, esa indemnización de entre el 40 y el 65% de esa preciosa cantidad, la reciben aunque tengan otro trabajo. 
Pero si la suma de su "europaro" y su sueldo supera el sueldo de un comisario, la prestación se les reduce hasta el nivel del sueldo de comisario. Y a partir de los 65 años, la "europensión" se suma a sus pensiones nacionales y otros ingresos. El salario y las prestaciones económicas por ser comisario europeo están regulados en una norma que se remonta a 1967, y que cuenta con el apoyo del Parlamento Europeo y de los Gobiernos de la UE, algunos de cuyos integrantes terminan  pasando por el Ejecutivo comunitario. Con el precioso argumento de prevenir que los comisarios salientes acepten trabajos que pongan en cuestión la independencia de sus decisiones durante su etapa en Bruselas, y provoquen conflictos de interés, se establecen unas prestaciones privilegiadas. El resultado es de todos conocido: reciben las prestaciones y participan en todos los saraos privados que pueden, haya o no conflictos de interés. Todo sea por la pasta. Un sistema similar está establecido en España, donde por ser diputado durante 8 años, ya se tiene derecho a una pensión vitalicia. Eso mientras se congelan las pensiones "por la crisis" y continuamente se está poniendo en duda la capacidad del sistema de la Seguridad Social para aguantar la presión de las prestaciones y algún ministro de la cosa, sin cortarse, "recomienda" que nos hagamos planes de pensiones privados, por si aca. Decididamente, no tienen vergüenza. 
Ahora usted, querido contribuyente, ¿seguirá escuchando condescendiente a los comisarios europeos o a nuestros dirigentes nacionales cuando hablen de la necesidad de "pedirle esfuerzos adicionales de solidaridad" para reducir el déficit causado por ellos mismos? ¿O buscará conmigo una isla perdida en el Pacífico donde podamos exiliarnos voluntariamente y podamos llevar una vida plácida sin que nadie nos meta la mano en la cartera?

lunes, septiembre 20, 2010

LABORDETA Y LA MUERTE

Los que me conocen saben que en el fondo no soy persona de grandes gestos. Prefiero los gestos pequeños y casi clandestinos, que son los que de verdad dejan huella. Por eso me resultan casi pornográficas determinadas reacciones "espontáneas" de esta sociedad en la que vivo. Paciencia. Pronto me entenderán. 
No me andaré con rodeos. Me refiero a la muerte. Sí, a la muerte. A esa dama translúcida de larga e inmisericorde cabellera que al menos una vez en la vida se acordará de todos nosotros. Sin adentrarme en fenómenos religiosos que no son mi especialidad, hay muchas maneras de enjuiciar y de entender la vida, y por ende, la muerte. Yo entiendo la vida como una oportunidad probablemente única. Por eso no comprendo a las personas que la desprecian o la malgastan. Y digo "probablemente", porque quién sabe si no viviremos distintos planos paralelos que desconocemos... Hoy podemos ser seres humanos y en otro plano de existencia quizá seamos un golden retriever de precioso pelaje y mirada melancólica, una planta (algunos serán un cactus, fijo), y en otro a lo mejor -a lo peor- una bacteria en el abdomen de una rata. Pero incluso puede que no sólo podamos ser animales -racionales o no- o plantas. Quizá podamos ser un yogur bio de kiwi, un teléfono, o simplemente el pico de una mesa. 
Según los últimos teóricos, cualquier existencia puede ser posible, e incluso puede que tengamos simultáneamente diversas existencias paralelas; eso sería preocupante, porque mientras mi yo nº 1 está aquí en pantalón corto y chancletas dándole a la tecla, mi yo nº 2 podría estar tirándose a Scarlet Johanson sobre la cubierta del Trinity, en Saint Tropez, y yo sin enterarme... 
Lo que es claro es que lo desconocemos, y que como la nuestra es la única existencia que tenemos más o menos controlada, pues tendemos a pensar que es la más trascendente de todas.
Y como el ser humano necesita una explicación para todo, un sector importante del negociado creó a Dios. Ya lo dijo el poeta: "El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza". Para la tradición religiosa -da igual las confesiones, al final todas se reducen al mismo recorrido y a creerse que sólo ellas tienen razón-, un Dios, un ser superior, nos colocó aquí by the face y un día nos llevará a un lugar mejor. Lo cual nos proporciona una oportunidad inigualable de "entender" la muerte casi como un bálsamo, y así nos quitamos un problema, que tanta trascendencia, oiga, es abrumadora. Para esas personas, la muerte no es la muerte, es la vida. La vida eterna.
Algunos empezamos creyendo eso y con los años hemos llegado a la conclusión de que esa historia de Dios y de su hijo es tan inverosímil que no hay Dios que se la crea, y recurrimos a "seres" superiores hechos de energía, a explosiones universales dirigidas por un poder superior o cosas así. No diré que los porros de la juventud no hayan influido en esa curiosa perspectiva, pero Hawking ha reconocido que él también fumaba maría.
En contraposición a lo anterior, otro sector numeroso -y combativo, a fe mía- defiende que Dios no existe, que sólo somos materia y que una vez muertos, nos descompondremos y no habrá nada. Conclusión: el viaje no tenía sentido. Y no sólo opinan eso -están en su derecho- sino que muchos además desprecian o miran con condescendencia indisimulada a los que creen en un Dios. Como si ellos supieran algo más, o su raciocinio fuera como los filetes de ternera, de clase extra. Eso ya no me gusta tanto, porque a mí me gusta que la gente sea buena y se respete. Y andar imponiendo los puntos de vista, o haciendo ostentación de los propios, no es plato para mi mesa.
No me pidan que me pronuncie del todo, por favor. Mi cabeza no da para tanto. Lo que sé es que, sea lo que sea, al final, para bien o para mal, estamos aquí, y coño, tratemos de pasar un buen rato y acaso, de dejar un buen recuerdo. Como dijo Epicuro, la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos. ¿Por qué preocuparnos en exceso? 
La verdad es que no tengo ni repajolera idea de si Dios existe o no. Sólo sé que hoy estoy aquí, a las seis y treinta y cinco del día veinte de septiembre de dos mil diez, y que tengo la posibilidad de hacer feliz a la gente que me rodea y de tratar de acercarme a la felicidad yo mismo, o de joderle la vida a todo el mundo. Así de simple. Es la gran oportunidad de la que hablaba antes. Y elijo intentar la primera opción, sin duda. No por los demás, sino por puro egoísmo: me hace sentir mejor. Muchas veces me equivocaré, y os joderé cuando creía que os estaba haciendo un bien. Otras veces no sabré acertar y os haré daño igualmente. Se siente. No me lo tengáis en cuenta. Errare humanun est.
En ese afán -que se remonta a la noche de los tiempos- de encontrarle explicación a la vida, surge la ansiedad por entender la muerte. Y como la religión ha dejado de ser el vehículo de expresión de las cosas que no entendemos, la gente se agarra a lo que sea, oiga. Por ridículo que resulte. Comenzamos viéndolo en determinados funerales: la peña se arrancaba por una de aplausos a la salida del féretro como podía arrancarse por un taconeado. Los terroristas asesinaban a un policía, aplausos a la puerta de la iglesia. Muere Lola Flores, aplausos ante su ataud. Pero ese fenómeno yo ya lo he visto en funerales de personas normales, nada mediáticas. La gente es incapaz de guardar silencio, tiene que echarlo fuera todo porque no es capaz de digerir la muerte ni el drama, y antes que sufrir para adentro -esta sociedad no está acostumbrada a sufrir- es capaz de hacer lo que haga falta para sacarlo "pa fuera": hasta aplaudir a un muerto. Y si no, ponemos en el funeral fotos del finado de tamaño poster de Iron Maiden, ponemos su foto en la esquela del periódico o en su lápida -lo que es, casi, de peor gusto- o vamos a tirar sus cenizas al lugar más recóndito, original y extraño que el planeta nos ofrece. A veces esa necesidad de soltar lastre está justificada, porque no hablamos sólo de muerte, sino de un golpe brutal e injusto que nos deja helados: es lo que ocurrió tras los atentados del 11-S, o en España, sin ir más lejos, tras el 11-M.
Pero si esas manifestaciones cuasifolklóricas se dan en la gente que puede resultar más o menos creyente -puesto que acuden a un servicio religioso por el finado-, ni les cuento cuando hablamos de los del segundo sector, de los que niegan la existencia de Dios. Esos directamente rozan el ridículo, y que Dios -si existe- me perdone.
Si los que aplauden a un muerto me parecen patéticos, peor resultan los que estamos viendo estos días a raíz de la muerte de Labordeta. Son los que hacen bandera reivindicativa de la emotividad de un momento, convocan manifestaciones de duelo por sms, se reúnen en las plazas a cantar sus coplillas, colocan su foto en la puerta de los institutos, esparcen pétalos de rosas rojas, lloran su dignidad de izquierdas por las calles e incluso insultan a otro muerto que dirigió España con mano de hierro y que murió... hace casi 40 años. A estas reacciones "espontáneas", "cargadas de emotividad" y casi pornográficas me refería al principio.  Lo que es confundir el culo con las témporas, vamos.
¿Es normal que todo un país, con sus medios informativos y todo, se vuelque en la muerte de una persona por conocida que fuera? Yo creo que no. Hay mucho de interés mediático en todo esto. Y si no me creen, les reto: si dentro de 3 días alguien -aparte de su familia y amigos de verdad- se acuerda de Labordeta, me desnudaré en público y rectificaré, flagelo en mano.
Vivimos en un país que reniega de los vivos y canoniza a los muertos en cuando exhalan el último aliento. "Qué gran hombre era". "Una mujer bella por dentro". "Un ejemplo para todos". Qué quieren que les diga, yo prefiero que mis amigos me digan en vida lo de puta madre que soy y lo mucho que se ríen conmigo.
De acuerdo, Labordeta fue un hombre cabal, honrado (no sabemos si honesto, pues la honestidad se predica de cintura para abajo), creativo, polifacético, testarudo, luchador. Un hombre sencillo. Un labriego de las ideas que, seguramente, no se habría imaginado un final folklórico como el que estamos viendo. Un hombre de izquierdas del que muchos hoy día deberían aprender. 
Dentro de unas horas se cerrará su capilla ardiente, ante la que han desfilado miles de personas. Si lo hubiera visto habría alucinado, o directamente les habría espetado a todos con ese gracejo aragonés tan propio un "váyanse ustedes a su casa, a la mierda hombre..."
Pero por favor, cuando esparzan sus cenizas o hagan con él lo que hagan, no le aplaudan. El no lo soportaría. 

lunes, septiembre 13, 2010

EDUCATIVE INNOVEISION


Hoy tenía pensado retomar esta escupidera de disgustos -después de unas vacaciones lejos del mundanal ruido nacional- hablando de asuntos bastantes dispares. Me rondaba por la cabeza un mix entre el nunca mais, los discursos hechos-para-imbéciles de González Pons, la derrota de la selección de baloncesto gracias al tándem Sáez-Scariolo y el curso intensivo de lengua española al que debería someterse el señor Chaves (que habla sin ruborizarse de "trasvestismo" político). Menuda combinación, ¿eh? Pues no. Hay una noticia que me lo ha puesto más fácil. O mais fácil. La CEAPA, es decir, la Confederación Estatal de Asociaciones de Padres de Alumnos reclama "que la Administración tome medidas para la conciliación de la vida profesional y familiar de los padres con hijos escolarizados".

La CEAPA en realidad debería llamarse CEAMPA, por aquello de no dejar a las madres en el olvido. Siempre me ha resultado fonéticamente gracioso el acrónimo "AMPA". Me recuerda uno de los impagables e históricos papeles de Al Pacino, administrando justicia con ese gesto de pasmosa tranquilidad revestida de responsabilidad social a la italiana. 

Pero centrémonos. Después de las vacaciones estivales, toca la vuelta a la rutina y… a las reivindicaciones. Es lo que pasa en casi todos los otoños, que se vuelven calientes. Mientras -gracias al desbarajuste autonómico- algunos colegios ya han abierto sus puertas, en otros faltan escasos días para que el timbre que marca el inicio del curso académico vuelva a sonar. Por este motivo, la CEAPA se ha reunido para "abordar la materia educativa" haciendo especial hincapié en la conciliación de la vida profesional y laboral de los padres en relación a los estudios de sus hijos. El objetivo es claro: lograr que las puertas de los centros se mantengan «abiertas 12 horas al día, los siete días de la semana y los doce meses del año». Eso señala sin ruborizarse Manoli Ocaña, miembro (o miembra) de la junta directiva de la Asociación en Baleares, quien subraya: «Ayudaría a que los padres puedan encargarse de su negocio. Supondría una conciliación real de la vida familiar con la profesional». Desde luego que ayudaría -añado-. Dar los hijos en adopción, ayudaría aún más a la tan ansiada conciliación. 

Ésta no ha sido la única iniciativa prevista por la CEAPA. Lograr permisos laborales para asistir a las tutorías, reuniones de padres… sería otra de ellas. El motivo: «Está comprobado que una buena comunicación entre los padres y el colegio de sus hijos repercute en las notas de estos últimos», apunta Ocaña. Además, la representante de Baleares asegura que esta medida supondría un enorme paso adelante para la inserción de la mujer en la vida laboral. En esta línea, servicios como la entrada matinal, el comedor escolar o las actividades extraescolares también lo facilitarían. Un refuerzo que, según la CEAPA, debería venir desde la Administración y estar contratado y subvencionado por esta misma. 

No digo yo que medidas como los servicios de "madrugadores" o el comedor escolar (que dicho sea de paso, ya funcionan en casi todas las Comunidades Autónomas) no sean necesarias, puesto que está demostrado que son las verdaderas medidas que ayudan a conciliar horarios. Pero una cosa es conciliar horarios y otra muy distinta es desprenderse de responsabilidades. La CEAPA debería distinguir entre educar y enseñar, porque los centros de enseñanza están mayoritariamente para enseñar, mientras que deben ser los padres los encargados mayoritariamente de educar. Por eso la idea de abrir los colegios los sábados y los domingos para facturar a los nenes, oiga, es para nota. El aumento en el número de plazas para Educación Infantil también se encuentra dentro del marco de prioridades. «Se ofertan muchas menos de las necesarias e impide a la mujer la búsqueda de empleo», recalca Ocaña. Del mismo modo que la expansión de la jornada continua: «Ha ocasionado la clausura de muchos comedores escolares y la realidad de pensar quién cuidará de tus hijos. Te obliga a dejar de trabajar o, al menos, lo dificulta», matiza. Vamos, que es mejor castigar a los críos con interminables jornadas de mañana y tarde para que los padres y madres -tan ocupados ellos- puedan trabajar, comer con los compañeros/as,  hacer unas compritas, volver a trabajar y tomarse un vino a la salida. Y por supuesto, como llegarán cansados, se les debería implantar a los niños un inhibidor de frecuencias cerebrales para que, a la vespertina llegada de los esforzados padres, no den demasiado el coñazo. 

Finalmente, la CEAPA cierra sus cinco puntos reivindicativos con la prolongación del calendario escolar. De este modo, las madres y padres (algunas y algunos, insisto, que de todo hay) exigen que el curso académico se inicie el día 1 de septiembre y se finalice el 30 de junio. «No solo ayudaría a la conciliación sino que elevaría el bajo nivel académico, los niños se acomodan a no hacer nada durante un tiempo excesivo», concluye Ocaña. 

No está mal para comenzar el curso. Los padres (algunos padres), definitivamente, ya no quieren ser padres. Quieren un lugar donde dejar a sus hijos “12 horas al día, los siete días de la semana y los doce meses del año”. Total, que si hacemos unas cuentas fáciles, nos sale que entre las 12 horas en los centros docentes + las 8 de sueño reparador + las 4 de tele, ordenador y videoconsola, los ocupados padres ya pueden vivir tranquilos, que es lo que necesitan, porque a estos pobrecitos esforzados de la ruta nadie les dijo que eso de ser padres era cansado, y por eso ahora papá Estado (y por derivación, los profesores) deben encargarse no sólo de la enseñanza, también de la educación y el entretenimiento de su prole. Bastante tienen los esforzados padres con buscar trabajo o mantener el que tienen y con pagar la hipoteca, para que encima tengan que estar pendientes de esos pequeños mequetrefes, gritones y armadanzas. 

Así que los profesores pueden ir preparándose. Pronto les tocará arrullar a sus queridos alumnos en sus mesas-cama-ordenador (tras la implementación de la pizarra electrónica como summum de las "TIC", las diversas Consejerías de la cosa están estudiando el diseño de tan versátil herramienta) para que echen una siestecita antes de que sus progenitores se dignen a pasar a recogerlos después de las 12 horas estipuladas. Probablemente, muchos llamarán a última hora para decir “Se me ha complicado la cosa en el trabajo y no voy a poder pasar, mejor que se quedé ahí, le den de cenar a la criatura y ya que duerma en el cole... O tal vez “Estoy en el centro comercial comprando el pavo de navidad y no me da tiempo a llegar, que hoy viene la suegra a la cena de nochebuena y no he preparado nada... ahora les mando al de Telepizza, que lo pasen bien, ah y que no beba champán el niño".