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martes, octubre 18, 2011

EL GILIPOLLAS DEL MES. OCTUBRE: KOFI ANAN, JUBILADO DE LUJO.

Ha venido Kofi Anan, con su traje impecablemente planchado, a traernos la paz. Y no ha venido sólo. Ha venido con el exterrorista Gerry Adams, el exprimer ministro irlandés y una señora noruega a la que no conoce ni Cristo. 

Los llaman los "facilitadores". El árbol de Guernica ha vuelto a florecer, como el árbol de Gondor bajo la nube negra de Mordor. El camino de la paz está sembrado. Mira que somos zopencos los españoles, cincuenta años poniendo los muertos y luchando con nuestra sangre contra un ejército de valientes gudaris sin ser capaces de vencerlos, y no nos habíamos dado cuenta de que la solución estaba solamente en asumir su neutra terminología, en admitir que los conflictos se resuelven negociando, en igualar a las víctimas con los verdugos, y en buscarles una salida digna en forma de sueldos y subsidios públicos (que hay que comer, oiga).
Somos zopencos con avaricia, oiga. A Don Kofi le han bastado tres horas de reloj para comprender un conflicto de cincuenta años que ha dejado casi mil muertos y miles de heridos y mutilados sobre la mesa, y nosotros todavía nos empeñamos en derrotar policial y judicialmente a ETA. Si bastaba con meterlos en las instituciones y dejarles que se descojonen de todos mientras cobran del erario público a final de mes. Bastaba con plegarse a negociar, y con decirle a Irene Villa (a Miguel Angel Blanco y a tantos otros ya no podemos hacérselo entender) que De Juana Chaos en el fondo es un patriota vasco.

Don Kofi si que lo ha pillado. A la primera. Porque Gerry Adams jugaba con ventaja, él ya sabía de qué iba esto. Le sonaba la copla al listillo de Don Gerry, que Otegui ya le había contado algo de la opresión del Estado español. Pero Don Kofi -encerrado en su propia burbuja de verborrea pacifista- no tenía ni idea del conflicto, y ha captado su esencia y la solución del mismo en un verbo, oiga. En el verbo transigir. 

Lástima que no reaccionara con igual rapidez ante el brutal genocidio de Ruanda, en el que cientos de miles de personas murieron a machetazos ante la asombrosa pasividad de la ONU que él presidió. Lástima que no estuviera tan despierto para autoaplicarse las reglas más básicas de la ética política y no caer así en el pozo de la corrupción y del tráfico de influencias que lo sacó de su precioso sillón azul con una cortina de silencio destinada a salvaguardar públicamente su imagen. Es a este personaje al que le abrimos las puertas para que venga a darnos lecciones de diplomacia y de moral. Y a resolver el conflicto. Tiene cojones, oiga.

La verdad, hace un rato que le puse título a este post, pero creo que debería cambiarlo. Porque en realidad Don Kofi de gilipollas no tiene un pelo: él ha venido en avión privado -con su traje impecable-, ha cobrado su pastizal, ha comido en lo mejorcito de San Sebastián, nos ha dejado su cagada diplomática y se ha ido tan orondo -y tan convencido de si mismo- a su retiro dorado con unos cuantos ceros más en su cuenta corriente. A buscar otro conflicto que resolver previo pago de sus honorarios de facilitador. 

Gilipollas son todos los que le hacen la ola a semejante personaje: los socialistas vascos que tan pronto se han olvidado de Múgica, de Lluch y de tantos otros. Los socialistas de Madrid que se ponen de perfil mientras sus compañeros (y compañeras) humillan e insultan con bonitas palabras a los que salieron volando sobre la onda expansiva de un coche bomba, o a aquellos que no tuvieron ni tiempo de ver sus nucas agujereadas por una bala libertadora de la patria vasca y a sus familias; en definitiva, a toda la sociedad que ha sufrido esta lacra durante décadas. Gilipollas son los empresarios vascos que se venden a cualquier postor y que son incapaces de echarle cojones y decir que en el Pais Vasco no hay ningún conflicto ni ninguna guerra entre dos bandos. Los representantes de las dos Iglesias vascas, la que defiende a los asesinos y la que calla ante sus ominosos hechos. Los lehendakaris que salen echando virutas a Nueva York a un acto chorras para no coincidir en el evento internacional y sin embargo asumen la verborrea terrorista como propia, moviéndose en la ambivalencia. Gilipollas son los Willys Toledos que van escupiendo su mierda vomitiva por las Facultades de Geografía del orbe universitario (y de paso vendiendo libros infumables). Los decanos que lo consienten. Y los rectores que están ausentes ante la apología universitaria del terrorismo. 

Todavía recuerdo el olor acre del humo que dejó la bomba lapa que mató en Salamanca al teniente coronel Antonio Heredero Gil. Casi a diario tengo que ver por la Calle Toro a Juan José Aliste en su silla de ruedas. Que ninguno de esos criminales me pida generosidad y perdón. Tampoco Kofi Anan y su séquito de paz neutra.

martes, octubre 11, 2011

LA AMARGURA DE UNA DESPEDIDA (6/10/2011)



Antes de que te vayas quiero decirte algo. Porque quizás dentro de unos días sea tarde.
La verdad es que yo no te elegí, hace cinco años, en Sevilla. Me elegiste tu a mi. Cierro los ojos y recuerdo el momento como si se hubiera producido ayer mismo. En casa de Jorge y Yolanda. Pequeña como eras, trepaste por la pata de mis vaqueros hasta que te aposentaste en mi hombro, como queriendo decirme al oido "llévame contigo".
Esther en cambio sí te eligió, nada más verte. "Se viene con nosotros". Así fue.
Ahora, tras haberte conocido, debo decirte que te habría elegido una y mil veces. 

Los principios no fueron fáciles. Nos costó hacerte entender que la vitrocerámica no era un buen lugar para dormir, que detrás de la pantalla plana del salón no había nada que mereciera la pena ser olisqueado, que no es de buena educación subirse a la mesa donde los humanos comemos y que de los vasos de las personas no se bebe. Pero lo aprendiste. Nos acostumbramos enseguida a tus cacerías por casa en busca de una presa imaginaria, a tus siestas en los lugares más inverosímiles, a tus derrapajes en el suelo de madera al coger la curva del dormitorio, a tu curiosidad insaciable, a tus lametones, a tus ojos verdes llenos de ternura.
Sonreimos cuando salías a la terraza y nos transmitías claramente que aquél era tu territorio, tu paraíso. Excepto cuando saltabas fuera, atravesabas los tejados y teníamos que ir a buscarte a la terraza del vecino...
Al final aceptamos que no te gustaban los juguetes comprados, y que con una bolsa de plástico o con una simple bola de papel eras mucho más feliz. Aprendiste a pararlas mejor que Casillas en el campo de fútbol que era el pasillo. Y últimamente incluso vimos normal que en algunos momentos decidieras retirarte a la bañera a reflexionar, inmersa en tus pensamientos gatunos.

Hoy no eres ni la sombra de lo que fuiste. Hoy estás triste porque no te encuentras bien, y la bola de papel ya no te llama la atención. Tu mirada es otra, y la terraza ya no es un lugar de juegos y aventuras donde tumbarse a tomar el sol, sino un refugio donde acurrucarse, bajo la hiedra, a la sombra, escondida del mundo. 
No será nada fácil verte partir. Me dirán que hay que relativizar estas cosas, que sólo eres un animal, pero nosotros sabemos que no es cierto, pues siempre has sido algo más. Has sido una más de la familia y nos has dado todo lo que tenías dentro de ti, incondicionalmente.
Echaremos de menos tus bienvenidas cada vez que lleguemos a casa. En realidad, ya las echo de menos, porque hace tiempo que ya no tienes fuerzas ni ánimos para darnos la bienvenida como antes.
Esther te echará de menos tanto o más que yo. No lo dice, pero yo se que no es capaz de asimilar tanta tristeza. Yo le digo que es mejor así, que no es justo prolongar tu sufrimiento, pero es tan injusto que no lo comprende. Y yo tampoco. 
Y Lola también te echará de menos. Seguro que cuando pasen unos días y no hayas ido a beber de su estanque se preguntará adónde habrás ido.
Ojalá pudieras hablar y decirnos si en verdad has sido feliz con nosotros en estos años. Creo que eso nos aliviaría un poco el dolor que sentimos. Dice Esther que ella entiende el gatuno; le preguntaré este fin de semana, a ver qué le has dicho. Ojalá que le digas que si, que has sido muy feliz con nosotros.
Estos dos dias sin ti, mientras estabas en la clínica, han sido duros. La casa estaba vacía, demasiado silenciosa. Miraba de reojo y te veía sin estar. Escuchaba el silencio y oía tu cascabel sin que sonara. Miraba tu cama de piel de leopardo, vacía pero conservando aún la forma de tu cuerpo, y una lágrima se me escapaba sin querer.

Parece mentira. Tan duro que me creía, y aquí me tienes, con un nudo en la garganta, incapaz de concentrarme en el trabajo, sin ganas de hacer nada, doblegado por la injusticia de una enfermedad que te va a llevar en plena juventud. Desfondado por una gatuska de ojos verdes y enorme corazón.
Tenemos unos días para despedirnos de ti, y los emplearemos para darte todos los mimos del mundo y para decirte que nos has alegrado la vida en estos cinco años.
Y para que sepas que cuando llegues al paraíso gatuno o allá donde vayas dentro de unos días... nunca te olvidaremos. 

Chiqui se durmió el 10 de octubre de 2011, en una preciosa tarde soleada.