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lunes, abril 11, 2011

PARTITOCRACIA VS DEMOCRACIA

La partitocracia, un interesante concepto que refleja perfectamente la realidad actual de la política española actual. Por partitocracia se alude al sistema de gobierno en el cual, aunque teóricamente se vive en democracia, los actores principales y únicos del panorama político son los grandes partidos políticos. Estos, a base de un sistema de "turnismo", se van pasando el gobierno de forma consecutiva, coartando las posibilidades de que los ciudadanos expresen su voluntad real más allá de los partidos ya existentes.
Cada vez estoy más seguro de que no vivo en una democracia. Vivo en una parodia de ella, en medio de un montaje en el que los grandes partidos nacionales y autonómicos han conseguido convencernos de que son las únicas alternativas, “el voto útil”. Las elecciones, todo ese ceremonial de acudir al colegio electoral e introducir la papeleta en la urna, se ha convertido en una absurda pantomima, en algo completamente irrelevante. Pase lo que pase, uno de los grandes partidos saldrá elegido y disfrutará de cuatro años más para hacer lo que sus verdaderos accionistas le hayan pedido que haga. Mi voluntad, mi voto, mis intereses, mis inquietudes, mis reivindicaciones… son completamente irrelevantes.
Partidos políticos convertidos en grandes empresas ineficientes sujetas a dinámicas de escalafón y que premian la obediencia y la adhesión inquebrantable a los cuadros dirigentes; en maquinarias de poder cuajadas de casos de corrupción a todos los niveles, que negocian con otras grandes empresas como bancos, eléctricas o sociedades de gestión de derechos de autor para obtener apoyos y dinero mediante esquemas oscuros de financiación, condonaciones de préstamos y favores de todo tipo a cambio de favores cuando llegan al poder. Ninguno de esos partidos va a defender mis intereses: defienden únicamente a quienes les pagan, a quienes les sostienen.
Partidos que -como señala acertadamente Enrique Dans- violan abiertamente la Constitución Española de 1978, ese cadáver jurídico-político que dice en su artículo 67.2 que "los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo". 
¿Por qué entonces los diputados y senadores están obligados en todas las votaciones a mantener la disciplina de voto? ¿Por qué en algunos partidos hay estipuladas incluso sanciones económicas para aquellos que no lo hacen? ¿Por qué, cuando el grupo parlamentario otorga a sus miembros "libertad de voto", ese mero dato ya es noticia de telediario (recientemente, en el debate sobre la prohibición de los toros en el parlamento catalán)? 
No, los supuestos representantes de la ciudadanía hace mucho tiempo que no la representan. Los grandes partidos se han blindado para que no sea así. Quien rompe la disciplina, quien escucha a los ciudadanos, quien se opone al abuso, es represaliado y no sale en la foto.
Partidos que consideran la opinión de los ciudadanos como una injerencia externa a su funcionamiento, que pone en riesgo su status particular cargado de privilegios indecentes en el que escenifican la parodia de una democracia. Algo que la tecnología, de modo esporádico, empieza a poner en solfa. Va a ocurrir más, muchas más veces. Va a seguir ocurriendo. En algunas dictaduras autoritarias, la tecnología ha servido recientemente para que los ciudadanos se coordinen, salgan a la calle y derriben a los tiranos. En las partitocracias, la tecnología está sirviendo para escenificar el divorcio entre los ciudadanos y sus teóricos representantes.
La partitocracia, como el populismo, es un cáncer de la democracia. Ambas son formas que una generación de políticos aprovechados han encontrado para hackear el sistema, para retorcer supuestas democracias mientras siguen vendiéndolas como si lo fueran, como la única alternativa civilizada. La única forma de luchar contra la partitocracia es volver a hackear ese mismo sistema, es lograr que los ciudadanos recuperen el poder sencillamente votando a otros. A otros que tengan claro la voluntad de quiénes tienen que representar. A los que rompan el sistema bipartidista, y de paso, modifiquen la ley electoral que lo provoca y posibilita, una ley electoral que pretende eliminar toda alternativa al bipartidismo. A los que estén de acuerdo en avanzar hacia sistemas de listas abiertas y hacia una democracia madura en la que los ciudadanos sean escuchados de verdad, en lugar de la triste parodia que vivimos hoy y que posibilita engendros como la Ley Sinde amparándose en una teórica mayoría parlamentaria que absurdamente pretenden que representa la voluntad ciudadana. ¿Voluntad ciudadana? No me hagáis reír. Salid a la calle y preguntad. Por cada persona que encontréis favorable a la Ley Sinde, os pago una caña. 
No, con la ley Sinde superamos nuestra capacidad de aguante, de resistencia al absurdo.
La única opción que tenemos es que nos oigan. Abstenerse, votar en blanco o votar nulo no es más que una pataleta cuyas consecuencias no van más allá de un lamento, si es que lo hay, al día siguiente de la jornada electoral. Son excepciones ya contempladas por la partitocracia, neutralizadas, de efecto perfectamente controlado. Lo que hay que hacer es romperles los esquemas y votar a otros. Votar a opciones habitualmente minoritarias, poco representadas, que rompan el bipartidismo y fuercen a negociaciones en las que tengan que escuchar a los ciudadanos. Que sientan el efecto de la deserción de su voto habitual, que lo vean, con cara y ojos, sentado enfrente de ellos durante cuatro años. 
Si esto ocurre en las siguientes elecciones, todo será distinto.