CONECTADOS AHORA

Buscar este blog

martes, octubre 11, 2011

LA AMARGURA DE UNA DESPEDIDA (6/10/2011)



Antes de que te vayas quiero decirte algo. Porque quizás dentro de unos días sea tarde.
La verdad es que yo no te elegí, hace cinco años, en Sevilla. Me elegiste tu a mi. Cierro los ojos y recuerdo el momento como si se hubiera producido ayer mismo. En casa de Jorge y Yolanda. Pequeña como eras, trepaste por la pata de mis vaqueros hasta que te aposentaste en mi hombro, como queriendo decirme al oido "llévame contigo".
Esther en cambio sí te eligió, nada más verte. "Se viene con nosotros". Así fue.
Ahora, tras haberte conocido, debo decirte que te habría elegido una y mil veces. 

Los principios no fueron fáciles. Nos costó hacerte entender que la vitrocerámica no era un buen lugar para dormir, que detrás de la pantalla plana del salón no había nada que mereciera la pena ser olisqueado, que no es de buena educación subirse a la mesa donde los humanos comemos y que de los vasos de las personas no se bebe. Pero lo aprendiste. Nos acostumbramos enseguida a tus cacerías por casa en busca de una presa imaginaria, a tus siestas en los lugares más inverosímiles, a tus derrapajes en el suelo de madera al coger la curva del dormitorio, a tu curiosidad insaciable, a tus lametones, a tus ojos verdes llenos de ternura.
Sonreimos cuando salías a la terraza y nos transmitías claramente que aquél era tu territorio, tu paraíso. Excepto cuando saltabas fuera, atravesabas los tejados y teníamos que ir a buscarte a la terraza del vecino...
Al final aceptamos que no te gustaban los juguetes comprados, y que con una bolsa de plástico o con una simple bola de papel eras mucho más feliz. Aprendiste a pararlas mejor que Casillas en el campo de fútbol que era el pasillo. Y últimamente incluso vimos normal que en algunos momentos decidieras retirarte a la bañera a reflexionar, inmersa en tus pensamientos gatunos.

Hoy no eres ni la sombra de lo que fuiste. Hoy estás triste porque no te encuentras bien, y la bola de papel ya no te llama la atención. Tu mirada es otra, y la terraza ya no es un lugar de juegos y aventuras donde tumbarse a tomar el sol, sino un refugio donde acurrucarse, bajo la hiedra, a la sombra, escondida del mundo. 
No será nada fácil verte partir. Me dirán que hay que relativizar estas cosas, que sólo eres un animal, pero nosotros sabemos que no es cierto, pues siempre has sido algo más. Has sido una más de la familia y nos has dado todo lo que tenías dentro de ti, incondicionalmente.
Echaremos de menos tus bienvenidas cada vez que lleguemos a casa. En realidad, ya las echo de menos, porque hace tiempo que ya no tienes fuerzas ni ánimos para darnos la bienvenida como antes.
Esther te echará de menos tanto o más que yo. No lo dice, pero yo se que no es capaz de asimilar tanta tristeza. Yo le digo que es mejor así, que no es justo prolongar tu sufrimiento, pero es tan injusto que no lo comprende. Y yo tampoco. 
Y Lola también te echará de menos. Seguro que cuando pasen unos días y no hayas ido a beber de su estanque se preguntará adónde habrás ido.
Ojalá pudieras hablar y decirnos si en verdad has sido feliz con nosotros en estos años. Creo que eso nos aliviaría un poco el dolor que sentimos. Dice Esther que ella entiende el gatuno; le preguntaré este fin de semana, a ver qué le has dicho. Ojalá que le digas que si, que has sido muy feliz con nosotros.
Estos dos dias sin ti, mientras estabas en la clínica, han sido duros. La casa estaba vacía, demasiado silenciosa. Miraba de reojo y te veía sin estar. Escuchaba el silencio y oía tu cascabel sin que sonara. Miraba tu cama de piel de leopardo, vacía pero conservando aún la forma de tu cuerpo, y una lágrima se me escapaba sin querer.

Parece mentira. Tan duro que me creía, y aquí me tienes, con un nudo en la garganta, incapaz de concentrarme en el trabajo, sin ganas de hacer nada, doblegado por la injusticia de una enfermedad que te va a llevar en plena juventud. Desfondado por una gatuska de ojos verdes y enorme corazón.
Tenemos unos días para despedirnos de ti, y los emplearemos para darte todos los mimos del mundo y para decirte que nos has alegrado la vida en estos cinco años.
Y para que sepas que cuando llegues al paraíso gatuno o allá donde vayas dentro de unos días... nunca te olvidaremos. 

Chiqui se durmió el 10 de octubre de 2011, en una preciosa tarde soleada.

2 comentarios:

Mirmat dijo...

Désolée pour vous...il faut laiser passer le temps, tout d'abord c'est trop dur!!
J'ai ajouté mes larmes à son départ.
Merci.

Insurgentemente dijo...

Lo siento amigo, se qué se siente, ya que yo perdí a Yacko después de 16 años conmigo desde que tuvo 2 días. Son muchos los recuerdos que siempre quedarán y una sonrisilla en nuestra cara después de estremecernos cuando escuchemos un sonido en el exterior que se parezca al maullar de tu Chiqui o al ladrido de mi Yacko.
No necesitan hablar, con la mirada lo dicen todo. Nos han querido, como nosotros a ellos.
Un abrazo.