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martes, junio 07, 2011

EL GILIPOLLAS DEL MES. MAYO. JOSE BONO, PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LOS IMPUTADOS.

La verdad es que el Sr. Bono me lo ha puesto a huevo, cosa que le agradezco. Prescindiendo de sus manejos financieros y de su afición por la hípica y los áticos de relumbrón, el ego del Sr. Bono es casi pornográfico, como aquellas películas "verdes" que veíamos cuando éramos pequeños -hace ya tanto tiempo...- con una mezcla de avidez morbosa y de cierta vergüenza ajena cuando había adultos cerca. 
El señor Bono es un depredador de la política, es todo un político profesional que no tiene ni una sola de las virtudes que deben adornar a un político vocacional: su prudencia brilla por su ausencia, su humildad es tan escasa como la inteligencia en el cerebro de un mejillón, y su claridad de ideas deja bastante que desear. A Él, que ocupa el tercer cargo INSTITUCIONAL del país, no le duelen prendas en bajar al charco del partido, tomando ídem por unos u otros candidatos, haciendo declaraciones que a muchos nos dejan ojipláticos, arrogándose los méritos de otros, o simplemente dándose un bote que ni el más dado al autobombo osaría darse a si mismo.
Qué lejos quedan presidencias del Congreso como la de Félix Pons, que supo mantener su papel institucional alejándose de la política "partidaria" (que diría el ignorante de Pepiño).
La vanidad le pierde. Bono es un narcisista, está encantado de conocerse, y en efecto, cree que Él es el centro del mundo mundial. 
Ayer "desveló" que el todopoderoso Zapatero I de Espanistán, hace años, le propuso ser candidato a la presidencia del gobierno, pero que él -magnánimo, como es- lo rechazó. "Ya he servido a la patria suficientemente. No me insistas, José Luis". 
Bono es de esos políticos que se tiene en tan alta consideración, que hablan de si mismos en tercera persona: "esto no se me ha comunicado"; "se me dijo que... bla, bla, bla". Rasgo que en psiquiatría tiene un claro diagnóstico, por cierto.
Hay cosas que uno debería callarse por prudencia, y por vergüenza propia y ajena. Pero no, Bono habla más que la niña de El Exorcista, que no se callaba ni debajo del agua mientras se clavaba un crucifijo en la vagina.
Casi casi tan pornográfico como el Sr. Bono, el hombre que susurraba a los caballos.

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