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lunes, septiembre 20, 2010

LABORDETA Y LA MUERTE

Los que me conocen saben que en el fondo no soy persona de grandes gestos. Prefiero los gestos pequeños y casi clandestinos, que son los que de verdad dejan huella. Por eso me resultan casi pornográficas determinadas reacciones "espontáneas" de esta sociedad en la que vivo. Paciencia. Pronto me entenderán. 
No me andaré con rodeos. Me refiero a la muerte. Sí, a la muerte. A esa dama translúcida de larga e inmisericorde cabellera que al menos una vez en la vida se acordará de todos nosotros. Sin adentrarme en fenómenos religiosos que no son mi especialidad, hay muchas maneras de enjuiciar y de entender la vida, y por ende, la muerte. Yo entiendo la vida como una oportunidad probablemente única. Por eso no comprendo a las personas que la desprecian o la malgastan. Y digo "probablemente", porque quién sabe si no viviremos distintos planos paralelos que desconocemos... Hoy podemos ser seres humanos y en otro plano de existencia quizá seamos un golden retriever de precioso pelaje y mirada melancólica, una planta (algunos serán un cactus, fijo), y en otro a lo mejor -a lo peor- una bacteria en el abdomen de una rata. Pero incluso puede que no sólo podamos ser animales -racionales o no- o plantas. Quizá podamos ser un yogur bio de kiwi, un teléfono, o simplemente el pico de una mesa. 
Según los últimos teóricos, cualquier existencia puede ser posible, e incluso puede que tengamos simultáneamente diversas existencias paralelas; eso sería preocupante, porque mientras mi yo nº 1 está aquí en pantalón corto y chancletas dándole a la tecla, mi yo nº 2 podría estar tirándose a Scarlet Johanson sobre la cubierta del Trinity, en Saint Tropez, y yo sin enterarme... 
Lo que es claro es que lo desconocemos, y que como la nuestra es la única existencia que tenemos más o menos controlada, pues tendemos a pensar que es la más trascendente de todas.
Y como el ser humano necesita una explicación para todo, un sector importante del negociado creó a Dios. Ya lo dijo el poeta: "El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza". Para la tradición religiosa -da igual las confesiones, al final todas se reducen al mismo recorrido y a creerse que sólo ellas tienen razón-, un Dios, un ser superior, nos colocó aquí by the face y un día nos llevará a un lugar mejor. Lo cual nos proporciona una oportunidad inigualable de "entender" la muerte casi como un bálsamo, y así nos quitamos un problema, que tanta trascendencia, oiga, es abrumadora. Para esas personas, la muerte no es la muerte, es la vida. La vida eterna.
Algunos empezamos creyendo eso y con los años hemos llegado a la conclusión de que esa historia de Dios y de su hijo es tan inverosímil que no hay Dios que se la crea, y recurrimos a "seres" superiores hechos de energía, a explosiones universales dirigidas por un poder superior o cosas así. No diré que los porros de la juventud no hayan influido en esa curiosa perspectiva, pero Hawking ha reconocido que él también fumaba maría.
En contraposición a lo anterior, otro sector numeroso -y combativo, a fe mía- defiende que Dios no existe, que sólo somos materia y que una vez muertos, nos descompondremos y no habrá nada. Conclusión: el viaje no tenía sentido. Y no sólo opinan eso -están en su derecho- sino que muchos además desprecian o miran con condescendencia indisimulada a los que creen en un Dios. Como si ellos supieran algo más, o su raciocinio fuera como los filetes de ternera, de clase extra. Eso ya no me gusta tanto, porque a mí me gusta que la gente sea buena y se respete. Y andar imponiendo los puntos de vista, o haciendo ostentación de los propios, no es plato para mi mesa.
No me pidan que me pronuncie del todo, por favor. Mi cabeza no da para tanto. Lo que sé es que, sea lo que sea, al final, para bien o para mal, estamos aquí, y coño, tratemos de pasar un buen rato y acaso, de dejar un buen recuerdo. Como dijo Epicuro, la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos. ¿Por qué preocuparnos en exceso? 
La verdad es que no tengo ni repajolera idea de si Dios existe o no. Sólo sé que hoy estoy aquí, a las seis y treinta y cinco del día veinte de septiembre de dos mil diez, y que tengo la posibilidad de hacer feliz a la gente que me rodea y de tratar de acercarme a la felicidad yo mismo, o de joderle la vida a todo el mundo. Así de simple. Es la gran oportunidad de la que hablaba antes. Y elijo intentar la primera opción, sin duda. No por los demás, sino por puro egoísmo: me hace sentir mejor. Muchas veces me equivocaré, y os joderé cuando creía que os estaba haciendo un bien. Otras veces no sabré acertar y os haré daño igualmente. Se siente. No me lo tengáis en cuenta. Errare humanun est.
En ese afán -que se remonta a la noche de los tiempos- de encontrarle explicación a la vida, surge la ansiedad por entender la muerte. Y como la religión ha dejado de ser el vehículo de expresión de las cosas que no entendemos, la gente se agarra a lo que sea, oiga. Por ridículo que resulte. Comenzamos viéndolo en determinados funerales: la peña se arrancaba por una de aplausos a la salida del féretro como podía arrancarse por un taconeado. Los terroristas asesinaban a un policía, aplausos a la puerta de la iglesia. Muere Lola Flores, aplausos ante su ataud. Pero ese fenómeno yo ya lo he visto en funerales de personas normales, nada mediáticas. La gente es incapaz de guardar silencio, tiene que echarlo fuera todo porque no es capaz de digerir la muerte ni el drama, y antes que sufrir para adentro -esta sociedad no está acostumbrada a sufrir- es capaz de hacer lo que haga falta para sacarlo "pa fuera": hasta aplaudir a un muerto. Y si no, ponemos en el funeral fotos del finado de tamaño poster de Iron Maiden, ponemos su foto en la esquela del periódico o en su lápida -lo que es, casi, de peor gusto- o vamos a tirar sus cenizas al lugar más recóndito, original y extraño que el planeta nos ofrece. A veces esa necesidad de soltar lastre está justificada, porque no hablamos sólo de muerte, sino de un golpe brutal e injusto que nos deja helados: es lo que ocurrió tras los atentados del 11-S, o en España, sin ir más lejos, tras el 11-M.
Pero si esas manifestaciones cuasifolklóricas se dan en la gente que puede resultar más o menos creyente -puesto que acuden a un servicio religioso por el finado-, ni les cuento cuando hablamos de los del segundo sector, de los que niegan la existencia de Dios. Esos directamente rozan el ridículo, y que Dios -si existe- me perdone.
Si los que aplauden a un muerto me parecen patéticos, peor resultan los que estamos viendo estos días a raíz de la muerte de Labordeta. Son los que hacen bandera reivindicativa de la emotividad de un momento, convocan manifestaciones de duelo por sms, se reúnen en las plazas a cantar sus coplillas, colocan su foto en la puerta de los institutos, esparcen pétalos de rosas rojas, lloran su dignidad de izquierdas por las calles e incluso insultan a otro muerto que dirigió España con mano de hierro y que murió... hace casi 40 años. A estas reacciones "espontáneas", "cargadas de emotividad" y casi pornográficas me refería al principio.  Lo que es confundir el culo con las témporas, vamos.
¿Es normal que todo un país, con sus medios informativos y todo, se vuelque en la muerte de una persona por conocida que fuera? Yo creo que no. Hay mucho de interés mediático en todo esto. Y si no me creen, les reto: si dentro de 3 días alguien -aparte de su familia y amigos de verdad- se acuerda de Labordeta, me desnudaré en público y rectificaré, flagelo en mano.
Vivimos en un país que reniega de los vivos y canoniza a los muertos en cuando exhalan el último aliento. "Qué gran hombre era". "Una mujer bella por dentro". "Un ejemplo para todos". Qué quieren que les diga, yo prefiero que mis amigos me digan en vida lo de puta madre que soy y lo mucho que se ríen conmigo.
De acuerdo, Labordeta fue un hombre cabal, honrado (no sabemos si honesto, pues la honestidad se predica de cintura para abajo), creativo, polifacético, testarudo, luchador. Un hombre sencillo. Un labriego de las ideas que, seguramente, no se habría imaginado un final folklórico como el que estamos viendo. Un hombre de izquierdas del que muchos hoy día deberían aprender. 
Dentro de unas horas se cerrará su capilla ardiente, ante la que han desfilado miles de personas. Si lo hubiera visto habría alucinado, o directamente les habría espetado a todos con ese gracejo aragonés tan propio un "váyanse ustedes a su casa, a la mierda hombre..."
Pero por favor, cuando esparzan sus cenizas o hagan con él lo que hagan, no le aplaudan. El no lo soportaría. 

6 comentarios:

LAS RUINAS DE ISENGARD dijo...

Me gustaría preguntar a mis escasos lectores algo que me ha llamado la atención. Colgué esto en FB hace 22 horas y ni aquí ni allí hay un sólo comentario. ¿Tan malo es lo que he escrito? ¿O es que la muerte de verdad os acojona tanto?
Me lo expliquen.

Cristina Morales Ruiz dijo...

Perdona la rebuznancia, pero no conocía a Labordeta. No soy española, pero como a todo ser humano me llama la atención reflexionar sobre la vida y la muerte. Hay dos cosas que me llamaron la atención de lo que escribiste, en la una estoy de acuerdo contigo y en la otra no. En la que sí: "Vivimos en un país que reniega de los vivos y canoniza a los muertos en cuando exhalan el último aliento"... creo que esto pasa en realidad en todos los países. Sí que banalizamos la muerte porque tampoco apreciamos suficiente la vida. Pero en realidad tampoco creo que sea tan compasivo el personaje como lo pintaste al inicio... después de todo siempre tiene algo desgarrador porque hay demasiada gente a la que la encuentra apenas ensayando lo que debería ser su vida. Como tú mismo decías, no hay segundas oportunidades.

Sobre Dios...pues le importará poco si creemos tú y yo en que exista... le importará más esa búsqueda de ser felices y hacer felices a los demás.

AMALIA VERDEZOTO dijo...

Hola, he llegado hasta aquí gracias a un amigo del face que puso el link en su muro ( ahí si que lo comentó)
Me llama la atención, más que la alusión a la parca, la reacción en los funerales referidos. Cuando la gente aplaude en principio aprueba lo que se ha hecho, siempre he pensado que cuando los pasajeros aplauden al piloto, lo que creen que ha hecho bien dicho piloto, no es la maniobra que más tiene que ver con el viento en pista y no con la suavidad del aterrizaje, es salvarles la vida al bajarlos del cielo. Pero cuando algo te conmueve, te impresiona, te abruma, te infunde respeto, te aflige, te conmueve, uno se calla. Los muertos no necesitan aprobación, ya no necesitan nada. Si la sociedad, necesita hacer algo, mejor que sea una silenciosa reverencia.

LAS RUINAS DE ISENGARD dijo...

En ambos casos... bienvenidas.

aspid dijo...

pues soy la tercera recién llegada en el tema labordeta.

decirte que he disfrutado leyendo esta entrada, la temática, y la expresión, la narrativa...
genial.

sin embargo -y pa gustos colores, ya sabes- discrepo en esto que dices:

"De acuerdo, Labordeta fue un hombre cabal, honrado (no sabemos si honesto, pues la honestidad se predica de cintura para abajo), creativo, polifacético, testarudo, luchador. Un hombre sencillo."

yo no sé si tú tuviste el ¿placer? de coincidir con este señor personalmente, aquí la menda por tres veces, en la misma sala -al alcalde de mi pueblo, hijo, que le gustaba este hombre- y te puedo asegurar que de sencillo tenía poco.

impertinente -cosa que he de decir jamás consideré un defecto- prepotente -algo que ya me joroba más- y chulo, un rato chulo.
esa combinación en mi pueblo la llaman energumeno.

es una opinión personal, pero que este señor a pueblo llano, sería en otro lado, aquí en el mío, (160 habitantes)tenía poco que decir. venía, cantaba, cobraba y por lo demás, le sobrábamos todos.

LAS RUINAS DE ISENGARD dijo...

Bienvenida tú también. Me equivoqué. Debí decir "Labordeta daba la imagen de hombre cabal, honesto, bla, bla, bla..." pues está claro que no es oro todo lo que reluce ni el más sabio conoce el final de todos los caminos.