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viernes, noviembre 05, 2010

EL GILIPOLLAS DEL MES. OCTUBRE: FRANCISCO CAAMAÑO, MINISTRO DE JUSTICIA DE LAS ESPAÑAS

Tengo el honor de inaugurar en mi blog una nueva sección titulada "EL GILIPOLLAS DEL MES". En un país en el que la gilipollez se abre camino sobre todas las artes y oficios de un modo tan eficaz, esta mención viene a reconocer los méritos de los más gilipollas de nuestros congéneres (y congéneras). 

Ya tenía el gilipollas de Noviembre, por eso al Sr. Ministro de Justicia lo antepongo a octubre, aunque sus declaraciones han sido de noviembre (qué lío). Podréis ver al Gilipollas de Noviembre en una próxima Nota. Escribo esto en un ciber tomando una cerveza (Mahou) consciente de que en cualquier momento me puede caer una querella. La libertad de expresión no es uno de los fuertes de esta secta de negligentes que nos gobierna, lo sé. Por eso, negaré toda responsabilidad en relación con esta sección. Y si las cosas se ponen feas y me pillan la IP, tendré que recurrir a aquello de "señor, en su caso llamarle gilipollas no es un insulto, es una calificación".

EL GILIPOLLAS DEL MES. OCTUBRE, FRANCISCO CAAMAÑO. MINISTRO DE JUSTICIA DE LAS ESPAÑAS.

"El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, ha asegurado hoy que defender la preferencia del apellido paterno sobre el de la mujer es "difícilmente compatible con el mandato de igualdad que establece la Constitución Española".
Caamaño se ha expresado así ante los periodistas antes de inaugurar en Valencia las jornadas "Justicia y servicio público", en referencia a las palabras de la presidenta del PP de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, quien, acompañada esta mañana por el presidente del PP, Mariano Rajoy, ha asegurado que el de la elección de apellidos es "un debate innecesario".
En este sentido, el ministro ha respondido que la nueva regulación prevista en el proyecto de la ley de Registro Civil, que permitirá a los padres decidir el orden de los apellidos de sus hijos, pretende "hacer realidad lo que dispone el artículo 14 de la Constitución, la plena igualdad entre hombres y mujeres".
Caamaño ha explicado que los progenitores podrán elegir el orden de mutuo acuerdo "y sólo si hubiese algún tipo de conflicto", la ley establece un sistema neutral, el del orden alfabético "que no afecta al principio de igualdad".
Por ello, los padres que no lleguen a un acuerdo "sabrán con seguridad jurídica lo que hay" y conocerán "las consecuencias", que consisten en que el apellido de sus hijos se ordenará por orden alfabético.
Preguntado sobre la posibilidad de que los padres, al desconocer el nuevo reglamento, escojan por inercia el apellido del padre, Caamaño ha afirmado que "la mejor forma de combatir la inercia y las herencias culturales es que los ciudadanos conozcan perfectamente cuáles son sus derechos".

Este sujeto, que desconoce la diferencia entre derechos y obligaciones -una diferencia que cualquier estudiante de primero de Derecho domina-, es claro merecedor de nuestro galardón de octubre. Creo firmemente que el argumento de que -ante la imposición de postergar los apellidos que estén en los últimos lugares del alfabeto- dentro de 150 años todos (y todas) nos apellidaremos Abad, es una falacia inspirada por sectores ultraderechistas.
La idea de Caamaño, que constituye una aportación fundamental en un momento en el que no hay que distraerse con nimiedades como el paro, la crisis, la deuda, la delincuencia o la quiebra de la Seguridad Social, podría ser secundada por otras medidas igualmente "igualitarias" y respetuosas con el ámbito de decisión individual de los ciudadanos: por ejemplo, que cuando los padres (y madres) no se pongan de acuerdo (o de acuerda) en el nombre de su criatura, decida el juez el nombre que se le pone, o que en su defecto se le ponga el nombre del propio Ministro.
Al fin y al cabo ¿para qué preocuparse de las carencias de la Justicia, de esa madre que lleva 20 años luchando por un hijo inválido y que ha perdido hasta su casa buscando justicia, de los errores judiciales, de los permisos de fin de semana a terroristas, etc... ? Es más igualitario preocuparse de cuestiones tan trascendentales como el orden de los apellidos.

Es más, haciendo extensiva la genial idea del Ministro, propongo -para lograr la igualdad total entre hombres y mujeres- que un juez decida qué sexo debemos tener todos (masculino o femenino) y que el sistema público sanitario actúe en consecuencia: si sale hombre, que a todas las mujeres les implanten un pene y una sola neurona. Si sale mujer, que nos implanten a los hombres dos pechos turgentes y nos (¡ay!) supriman por decreto y con cirugía aquello que más queremos después del mando de la tele. Sólo así se acabarán las desigualdades inaceptables que padecemos hoy. Y yo me pasaré las horas muertas tocándome las tetas con los ojos en blanco...


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