CONECTADOS AHORA

Buscar este blog

martes, noviembre 22, 2011

CONSEJOS AL SR. RAJOY (I)

Con el nada modesto propósito de iluminar a los recién elegidos próceres de la patria, me propongo inaugurar hoy una serie de artículos dedicados a poner de manifiesto los defectos más graves que tiene nuestro sistema democrático. Todo ello fruto de 25 años de estudio y práctica del Derecho desde la Administración Pública, que algo de conocimiento debe haberme dado, digo yo...


Comenzaré con unas pinceladas introductorias, o mejor, unos brochazos intencionados que tratan de situar en su justa medida de importancia algunos de los logros de los últimos años y trazar el camino (siempre a mi escaso juicio) adecuado para no acabar de irnos al carajo.
Posteriormente (y ya sin el tono superficial y de coña que me caracteriza), analizaré sector por sector las reformas que a mi juicio son inaplazables. 
Vamos, que hoy me erijo en una especie de 15-M individual sin rastas y sin necesidad de llenar un espacio público de basura y cartones. 


A mi modo de ver, lo primero que debería hacer, Sr. Rajoy, es nombrar un gobierno de expertos, de técnicos. Los políticos lo llaman tecnocracia de modo despectivo, pero igual que usted no se dejaría operar por un fontanero, la economía debe ser manejada por expertos en ella, no por ignorantes que nada tienen que aportar y que lo más que pueden hacer es acabar de escoñarla. Que ya hemos visto el resultado de los experimentos; la creatividad, sólo en la cocina y en la cama, por favor. 

Por ello, rodéese, Sr. Rajoy, de un equipo económico a la altura de las circunstancias. Nombre usted un ministro de Exteriores que -si no es mucho pedir- sea diplomático de carrera (no como la señorita Trini, que suspendió dos veces la oposición, dejándola por imposible). Designe un ministro (o ministra) de Sanidad que sepa de lo que habla, no como la ministra saliente, que ha sido (y es) de vergüenza ajena. Elija usted a un ministro de Justicia que a ser posible tenga algo que ver con el mundo jurídico/judicial, y mejor si no es un juez de los del cuarto turno, que todos sabemos con qué manejos han entrado en la carrera judicial y a quien sirven. Y elija a un ministro de Economía y Hacienda que no sea un ser imperturbable, incapaz de reaccionar aunque el mundo se derrumbe a su alrededor.

Una vez que haya formado un gobierno sólido, le pido encarecidamente que se dedique a trabajar en lo verdaderamente importante, aunque eso nos lleve:

1.- A abandonar los manidos clichés y la ignorancia lingüística en toda su extensión. Así, cuando nos hable de sus ministros, ya sabemos que se refiere usted a sus ministros y ministras. Igualmente, ya sabemos que entre los ciudadanos hay mujeres. Somos torpes pero hasta ahí llegamos. Y por último, ya sabemos que hay mujeres vascas, no se entretenga en recordarlo cada vez que hable de los vascos. Seguramente, si hacen dejación del estúpido lenguaje de género que nos invade, en poco tiempo habrá sido una desgraciada moda pasajera. 

Del mismo modo le digo que los políticos hace tiempo que dejaron el colegio (los que pasaron por él), así que dejen de hacer los deberes y dedíquense a gobernar. Al primero que diga "el gobierno ha hecho los deberes" (incluido usted), se le pica el billete y a su casa. Hagan gala desde su gobierno de la excelencia lingüistica, a ver si a los demás políticos se les pega algo: al primer pienso de que, cese inmediato. Al primer han habido, destitución fulminante. 

2.- A acabar con el sexismo en forma de insultantes cuotas de género, premiando y fomentando el mérito independientemente de si su titular calza o no sujetador. No tenga miedo en nombrar mayoría de ministras en su gabinete, por fortuna tiene un buen plantel de Abogadas del Estado donde elegir, pero no me las ponga para rellenar sillones y para que queden guapas en la foto. Y por favor, derogue la Ley de Paridad pero ya. Sobre todo, acabe con la absurda normativa pajiniana-aidense que pretende imponer cuotas en los Consejos de Administración de las empresas. Ya que soy yo el que se juega la pasta en mi empresa, y yo decido -con criterios empresariales- a quién pongo al frente de la misma, no me organice la vida, por favor.

3.- A acabar con la impostación de lo irrelevante. Prohíba de modo radical a sus ministros hacer circunloquios sobre lo obvio, esdrujulizar lo evidente, enfatizar como el descubrimiento del siglo aquello que todos sabemos que ya está inventado y filosofar sobre el sexo de las nubes, pues de todos es sabido que no lo tienen. Sé que lo cumplirá, pues el erial que tiene ante si no le va a dejar tiempo para especular sobre paridas.

4.- A arrancar de cuajo la cultura del voluntarismo político. La realidad es la que es, no cambia según sea la percepción política. No me sea como su antecesor, más simple que el asa de un cubo (tan simple como para decir que "el pueblo no se equivoca nunca". Porque por esa regla de tres deberíamos aplaudir al pueblo alemán que democráticamente eligió a Adolf Hitler). Exprima a sus asesores hasta que sientan náuseas de agotamiento, profundice en sus mensajes y sobre todo piense antes de hablar, no después. Si en las próximas elecciones generales pierden ustedes 59 diputados y 40 senadores, consiguiendo el peor resultado de su historia, no nos diga que se trata de un resultado esperado fruto de acontecimientos externos. Fomente la autocrítica, tan infrecuente en otros, y castigue la estupidez y la mentira, sobre todo si son intencionadas. Y no le eche la culpa a los demás de todos sus males. Reconozca sus errores, que todos nos equivocamos y no pasa nada por reconocerlo; al revés, en los políticos es tan extraño, que si lo hace se convertirá directamente en un superhéroe.

5.- A acabar con el deporte nacional de los políticos en los últimos años: insultar la inteligencia de los ciudadanos. Sea claro en sus mensajes, sea veraz, diga lo que hay y no lo que quiere que haya. El pueblo llano se lo recompensará, pues está ávido de políticos que no le tomen por un rebaño de gilipollas. No confunda la realidad con sus deseos, ni proyecte sus frustraciones en su acción de gobierno. Si se siente frustrado, vaya a un psicólogo o ponga en la Moncloa un saco de kick boxing y dele de leches. Relaja mucho. 

Dando por sentado que ha nombrado a sus ministros y demás colaboradores con criterios de profesionalidad y valía (y no con criterios partidistas o consistentes en dejar contentas a las distintas familias del PP, babeantes de poder), escúcheles; hágales pensar, hágales escrutar diferentes escenarios, exíjales diagnósticos realistas de los problemas y empújeles a destrozarse el cerebro pensando soluciones. Escuche a sus colaboradores y no les trate como a secretarias decimonónicas. Coordínelos y no se pisen la manguera unos a otros, que da una imagen muy mala.

Si empieza aplicando estos breves consejos, habrá empezado con buen pie. En la próxima entrega, le daré unos consejillos para que no podamos decir que es cierta aquella famosa frase de Pedro Pacheco ("La Justicia es un cachondeo") que le costó un proceso penal. Es decir, para que los ciudadanos vuelvan a creer en la Justicia y este sea un país en el que las soluciones judiciales sean lógicas, previsibles, razonables e iguales para todos.

Y no se preocupe por el precio, no voy a cobrarle.

1 comentario:

Manolo de Maya dijo...

muy bueno Joze Luí !!!