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lunes, febrero 14, 2011

DE LOS GOYA HASTA LA P... CORONILLA

Reconozco desde ya que no me gusta el cine español, salvo honrosas excepciones (esencialmente, Alex de la Iglesia y Amenábar). Lo demás me parece una bazofia ideológica de mucho cuidado. Y reconozco de partida que no vería una gala de los Goya ni aunque me pusieran electrodos en los huevos. Pero eso no hará que me prive de opinar, para desgracia de los que discrepen de mi criterio. 
El cine español es un submundo lamentablemente hipócrita que -para empezar- nos cuesta dinero: es más lo que gastamos en él a base de subvenciones (siempre a los mismos, curiosamente) que lo que estos "artistas" recaudan en taquilla. Es decir, se trata de una industria antieconómica, y por ende, ineficaz. Por si eso fuera poco, se trata de una "industria" bastante sectaria desde el punto de vista ideológico, algo normal si pensamos que está dominada por los que se autodenominan "progresistas", los perdedores de una guerra civil  que ocurrió hace setenta años (curioso, porque muchos ni habían nacido) y de la que se acuerdan a diario, los que siempre tienen algo de qué quejarse y alguna bandera tricolor a la que enrollarse: los Bardem, los Resines, etc... Argumentalmente, el cine español vive de tópicos: no salimos de la Guerra Civil, del drama, de los marginados: tramas duras, oscuras, descarnadas, ideales para el que desea ir al cine a pasar un rato entretenido... Biutiful del todo.
El cine español se queja de que pierde dinero por culpa de las descargas. Otra mentira más. Las películas más descargadas son americanas, y la industria americana del cine va viento en popa. Incluso innovando, con técnicas como el 3D. El cine español pierde dinero y espectadores porque sus resultados, en general, son una puta mierda. Para muestra de lo que digo, el morro sideral de Isabel Coixet, que tiene el cuajo de presentar a la Berlinale un "documental" que consiste en "una hora con el juez Garzón". Coixet en su línea, primero nos golpeó con El mapa de los sonidos de Tokio, y ahora nos sacude con otro peñazo insoportable que -dicho sea de paso- no pienso bajarme de internet.
Una vez finalizado el desfile de glamour por la alfombra roja y convenientemente silenciados los abucheos de los Anonymous, ayer el dimitido presidente de la Academia, Alex de la Iglesia, tuvo el valor de decir en su último discurso que "el futuro del cine está en internet", ante el impávido rostro de la ministra Sinde, de su enterradora Bollaín y de los que ven en la prohibición de las descargas el modo de salvar el cine español. Son tan ignorantes que no saben que internet no tiene fronteras: cerrarán una página, y a los tres días se abrirá un servidor nuevo en otro país.
Una última cosa: casi prefiero que no le den el Oscar a Bardem: con tal de librarnos de otra declaración de amor a su Pe y a su hijo, lo que sea. No estamos para tanto almíbar.

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