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jueves, abril 01, 2010

DERECHOS DE AUTOR


Según un reciente sondeo, más de un 48% de los encuestados se pone como la niña del exorcista cuando oye las palabras "descargas", "derechos de autor" o simplemente "cultura". Ni les digo cómo se ponen cuando oyen la palabra "canon". Oiga, eso es prácticamente uno de cada dos. ¿Cómo hemos llegado hasta tal situación de rechazo visceral a todo un sector que engloba profesiones tan diversas como músicos, escritores, compositores, pintores...? Repasemos la evolución.
Hace unos años, el gobierno de España, con un claro ánimo favorecedor de la progresía cultureta, decidió investir a todos los ciudadanos residentes en este país antaño llamado España con el título de presuntos delincuentes, estableciendo un canon digital. Dicho canon consistía en una cantidad variable que se aplicaba directamente al precio (como si de un impuesto se tratara) de cámaras digitales, ordenadores fijos o portátiles, discos duros, CD,S, DVD,S, pendrives, cámaras de vídeo, es decir, de cualquier aparato tecnológico susceptible de servir de soporte a archivos digitales. Independientemente del uso que uno haga de los CD,S que compra, tiene que pagar el canon. Aunque uno compre el CD para grabar el vídeo de la boda de su hermana. Sorprendentemente, conozco gente que no ha descargado en su vida ni un solo archivo de internet; pero paga su canon como todo hijo de vecino. De hecho, ya hay un abogado sevillano (sabido es que los sevillanos tienen mucha retranca) que denunció a la SGAE por cobrarle dicho canon en los CD,S que compraba para archivar la documentación escaneada de sus casos, y que obtuvo una sentencia favorable: la SGAE fue condenada a devolverle el importe del canon, que si no recuerdo mal, rondaba la cantidad de 40 céntimos de euro por cada soporte. Es una escasa victoria económica, pero una enorme victoria moral: es la reacción de quien está literalmente hasta los huevos de que le atropellen. Pero por cada valiente que reclama y alza la voz, hay decenas de miles que pagan y callan. Es lo que tiene una sociedad anestesiada como la nuestra.

Pero volvamos al tema, y vaya por delante -antes de que me ubiquen en uno u otro sector- mi condición (humilde, eso sí) de autor. De autor que no aspira a vivir durante toda su vida del mismo libro, dicho sea de paso. Ahora ya podrán colocarme mejor.
En todo este proceso hay un ente demoníaco -la SGAE- que ha asumido un protagonismo desaforado. Hay que dejar claro que la SGAE no es la única sociedad gestora de derechos de autor. Pero es la única de la que se habla. ¿Alguien conoce CEDRO? ¿A que no? Pues es otra sociedad gestora de derechos de autor sobre la reproducción (copia) que hace su trabajo utilizando criterios muy diferentes a los de la SGAE, y que actúa con discreción y sin buscar el amparo político de nadie.
La SGAE no. Para empezar, tiene un presidente, Teddy Bautista, que ni se sabe los años que lleva enchufado a la misma ubre, poniéndose hasta el culo de leche y que ya se ha gestionado un fondo de pensiones por el cual, cuando se jubile, cobrará en torno a 24.000 euros mensuales. Teddy es nombre de osito amoroso, pero créanme, este especimen de osito tiene poco, más bien se asemejaría a una hiena sedienta de sangre que tiene unos enormes gastos de mantenimiento de sus múltiples mansiones repartidas por todo el mundo, gastos que hay que atender, claro, y ¿qué mejor manera de atenderlos que sangrando a la peña cuando se ve que esta apenas protesta?. Que me desvío. Decía, 24.000 euros mensuales. Todo ello pagado por la SGAE, que a la vez se nutre del porcentaje que aplica a los derechos que recauda. Es decir, los socios de la SGAE pagarán esa humilde jubilación a su presidente.
Para continuar, la SGAE se ha hecho acreedora de una fama de entidad chupasangres sin escrúpulos, al perseguir de modo indecente a peluquerías, gimnasios y taxistas que no tienen derecho -según ella- a poner la radio en sus negocios privados (cuando las emisoras de radio ya pagan por la música que emiten), y por tratar de acachinar a los colegios cuyos alumnos tienen la osadía y la desfachatez de representar obras de teatro por navidad... Le da igual. El caso es recaudar, de donde sea y como sea. Coño, que hasta se han presentado en un concierto benéfico de David Bisbal a trincar la pasta...
Todo ello, con la connivencia de un gobierno cuya ministra de ¿cultura? y principal artífice de este atraco a mano armada, es accionista (o lo era, no tengo claro si le ha vendido ya su participación a algún familiar para no incurrir en incompatibilidad...) de una sociedad de cinematografía que está metida hasta las trancas en el lío de los derechos de autor. Es vomitivamente sectario, si. Pero la gente calla y paga.
El que esto escribe, como autor que es, nunca ha tenido problemas con sus derechos de autor. Yo escribo y vendo lo que escribo, de dos posibles maneras: o le vendo a la editorial mi copyright y cobro por ello, y aquí paz y después gloria, o lo llevamos a medias y ella me paga un porcentaje sobre las ventas. Repito: sobre las ventas. Si hay alguien que prefiere la cutrez de fotocopiarse todo un libro, pues que lo haga. Podrá sentarme mejor o peor que fotocopien mis libros, pero tengo muy claro que por esa fotocopia a mí nadie tiene que pagarme nada. Sin embargo, estos culturetas de la progresía intelectualoide, estos ramoncines que hace décadas que no componen tres notas seguidas, estos victormanueles que han salido de la quiebra gracias a subvenciones públicas y que siguen cantando "el abuelo fue picador, allá en la mina", estos loquillos que no han vuelto a hacer NADA en 15 años, estos bosés, estos sabinas y estas conchasvelascos que no ven más allá de su -respetable- ideología, todos estos notas, pretenden que les paguen hasta por la fotocopia. Gente a la que admiré, y que ahora sólo me produce rechazo.
No entraré en la espinosa cuestión de la transparencia de la SGAE, sociedad que recauda de forma coactiva millones de euros amparada en una legislación que criminaliza al ciudadano y que no está sujeta a ningún control financiero público que, con rigor, audite cuál es el destino concreto de todos esos fondos. Y cuál es la retribución de sus dirigentes. Porque ya me dirán qué ha hecho (culturalmente) Teddy Bautista para tener el patrimonio inmobiliario que posee, mansión en Miami incluida.
Pero sí quiero entrar en cuestiones de concepto. El otro día la Ministra Sinde (esa a la que los injustos internautas le gritan "Sinde, Sinde, Sinde, no te queda un finde") habló de "los trabajadores de la cultura". Casi me atraganto al oirla. La Sinde piensa que aquellos que tienen ramalazos creativos y se deciden a plasmarlos, son como albañiles. Vamos, que deben ser como obreros, con una jornada, con un jornal y con su derecho a la huelga. Y yo le digo a la Sinde, que eso se lo aplique a los jetas y a los aventajados que defiende, que pretenden vivir en exclusiva en nombre de la cultura. La Sinde debería saber que una obra de arte, ya sea teatral, musical, literaria o cinematográfica, normalmente surge de su autor sin que este esté, calculadora en mano, haciendo números sobre los derechos que le va a generar. Una obra de arte sale del genio artístico y del trabajo. Y ya se retribuirá. No se preocupe la Sinde, que si la obra es buena, el autor se verá recompensado. Jamás oi quejarse de su retribución como autores a Delibes, a Cela, ni he oído quejarse a Marías o a Marsé. Sólo oigo quejarse a fenómenos como Alejandro Sanz, que a pesar de no saber ni la pasta que tiene va de doliente por la vida, porque ya sabemos que las giras son cansadas, y es mejor estar cobrando repetidamente por el mismo disco mientras disfruta de la puesta de sol en su casa de Florida. Sólo oigo levantar la voz a Lucía Etxebarría (la del plagio), a Espido Freire, y a los ramoncines a los que me refería antes. Quizá la calidad de su obra les haga dudar sobre su retribución.
No duden que si un CD merece la pena, este que escribe es de los que se lo compra antes que descargarlo. Ahora bien, si el CD lleva dos canciones buenas y un relleno de 8 petardeces y un vídeo de no se qué, pues mire usted, yo opto por descargarlo. Así de claro. Porque me niego a comprar humo. Del mismo modo que no se me ocurriría descargar en word El Camino de Delibes, tengo claro que no compraría jamás en una librería el último ensayo sobre feminismo de la Srta. Freire. Es lo que hay.


Ahora el caballo de batalla son las descargas (ilegales, las llaman, de forma interesada). Pues este autor que escribe aquí está a favor de las descargas en internet -radicalmente diferentes al top manta, cuidado no nos quieran confundir-, porque es indefendible que haya que pagar cada vez que se quiera ver una película o escuchar un disco. Es indefendible querer poner puertas al campo coartando la libertad de intercambio de los ciudadanos. ¿O es que el electricista que nos hizo la instalación nos cobra cada vez que encendemos la luz? ¿O es el que el médico que nos operó nos cobra cada vez que respiramos? Parece que eso piensan los jueces que ya se han ido pronunciado sobre el tema, al decir que si no hay ánimo de lucro, lo único que hay es un intercambio libre de ficheros entre personas que no puede ser criminalizado. Yo abogo por esa tesis. Si yo soy dueño de un libro, de un disco o de una película, como dueño que soy se los dejo a quien quiero, y ahí el autor no tiene nada que decir. El que es propietario de un "resultado cultural" (en la horrenda terminología de la ministra) es propietario del derecho a la copia privada de ese bien, y debe tener derecho a hacer con su copia privada lo que le salga de las témporas. Porque el ciudadano que compra un CD, un videojuego o un libro, ya pagó su precio. Lo contrario sería equivalente a comprarse un coche y que la ley le prohibiera a uno dejárselo a un amigo, arguyendo no se qué derechos de los ingenieros que lo diseñaron, de la marca que lo fabricó, de los operarios que intervinieron en la cadena de montaje y de la puta madre de todos ellos. Me subleva, lo reconozco.
Por lo anterior, no niego que descargo cine. Pero tranquilo, Sr. Almodóvar: por una mera cuestión de calidad, no descargo cine español, me atrae tan poco que prefiero descargar otro tipo de cine. También descargo música. Pero tranqui, Cristina del Valle; tu "obra" plagada de clichés solidarios me es tan indiferente que no he violentado tus derechos de autora, ni pienso hacerlo. Y dejo aquí bien claro que no sólo descargo archivos de otros; cada vez que me conecto pongo a disposición de quien los quiera los más de 2.000 archivos que tengo en mi disco duro.
Y ahora que vengan los culturetas de la ceja a empurarme.

1 comentario:

Dailea dijo...

Me encanta la pasión con la que escribes. Sublime.