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lunes, abril 26, 2010

POPULISMO


De un tiempo a esta parte puede observarse que nuestra autodenominada clase política, esa minoría que llena sus estómagos y que hace como que trabaja gracias al trabajo de la mayoría, está cada vez más radicalizada. Bueno, no toda. Nuestra clase política (a ellos les encanta que les llamemos así) se mueve últimamente entre el extremismo y la incapacidad. 
El extremismo de un Gobierno que, acosado por una crisis económica que siempre le ha superado, sólo ve una única tabla de salvación para no hundirse en las procelosas aguas del hostión electoral que se avecina: la agitación de sus bases, la confusión general, y el recurso a los fantasmas del pasado para excitar los ánimos del personal. Esto a los socialistas estos siempre se les ha dado muy bien, y si existiera un Premio Nobel de la Manipulación, serían los ganadores de calle. Valga como muestra el botón de la agitación previa a las elecciones de 2004, cuando -incluso en plena jornada de reflexión- se dedicaron a reventar las urnas enarbolando la bandera del 11-M y llamando asesino, ante su sede, al presidente saliente (y por extensión, al otro candidato en liza). Estos socialistas siempre apelan a la tripa, nunca al raciocinio. En vez de utilizar una lógica marxista -que sería la más apropiada conforme a las ideas que dicen defender-, en vez de utilizar argumentos empíricos y razonables, en vez de elevar el tono intelectual del debate mediante el uso de tesis y antítesis, estos socialistas hacen todo lo contrario: lanzan globos sonda con ideas tan irrealizables como surrealistas, tapan su incapacidad de gobernar con una falsa voluntad de consenso y juegan a pinchar las vísceras del populacho, a excitar el sentimentalismo, la nostalgia, en definitiva, la memoria. Porque ese es el eje político de este Gobierno que se autoproclama socialista y al que los 5.000.000 de parados, reconozcámoslo ya, le dan exactamente igual. La Memoria (en mayúsculas) es el origen, el medio y el fin de la política actual. Contra la crisis, ración de Memoria. Contra la justicia, ración de Memoria. En la cultura, ración de Memoria. Contra los populares, ración y media de Memoria. Y es que la memoria cunde mucho, a pesar de que, de todos los problemas que a día de hoy tienen los españoles, Franco seguro que no es uno de ellos. 
Este fin de semana ha sido el no va más de la revuelta, el cenit del paroxismo y de la histeria, el aquelarre total: en Cataluña se celebraban más de 200 consultas populares ilegales sobre la independencia (con una participación que no ha llegado al 20%, pero eso es lo de menos); en Madrid salían los de siempre a gritar contra los fascistas del Tribunal Supremo y a favor de un juez cuyo silencio ante la que está liada es ya clamoroso y da que pensar sobre su posible implicación indirecta en la organización de todas estas manifestaciones. Y aunque la maratón de Madrid reunía a más de 15.000 personas, las manifestaciones de Pilar Bardem y compañía a favor de Garzón y del "No pasarán" -con mucha menos gente- se han llevado las portadas. Pero mientras todo eso ocurría, se ha recrudecido la absurda guerra del agua: Jaén y Almería, a la greña por el agua del Guadalquivir ante la pasividad de la Comunidad Autónoma a la que pertenecen, y hasta un proyecto de Estatuto de Autonomía lleva tres años paralizado en sede parlamentaria por la misma cuestión: el blindaje del agua. La política de querer patrimonializar el cielo y de querer poner puertas al campo. 
Mientras todo eso ocurre, el desaparecido Vicepresidente Chaves, esa gran cabeza pensante que se iba a encargar de potenciar la cohesión territorial, reaparece pero no para poner cordura en este caos, sino para atizar el fuego antifranquista. Que yo ya casi veo trincheras en las calles, oiga. Para acabar de colorear de morado el cuadro, la señora Pajín, teletransportada al pasado más negro de este país, dice que siempre estarán al lado de los que quieren enterrar a sus muertos con dignidad, como si la guerra hubiera acabado anteayer y sólo hubiera habido muertos en las filas republicanas; el ministro de Fomento -en su papel de agitador de masas y practicando un populismo de vergüenza ajena-, exclama sin ruborizarse y con toda su cara, que el PP da oxígeno y jalea a los fascistas. Y el PP calla, incapaz de cualquier reacción. Si existiera un Premio Nobel de la Incapacidad, sin duda se lo llevarían los populares.
Me produce sudores el comportamiento de estos irresponsables políticos que nos gobiernan, y un escalofrío me recorre la espalda cuando veo a Pilar Bardem, envuelta en la bandera republicana, plena de odio, sectarismo y resentimiento, gritando con la cara desencajada. Y llama la atención el significativo silencio de uno de los protagonistas directos de la contienda, Santiago Carrillo, que quizá sea incapaz de hablar -siquiera para poner algo de sentido común sobre la mesa- por pura vergüenza propia y ajena ante el lamentable espectáculo que unos y otros están ofreciendo. Y es que algunos tienen mucho que callar, aunque les honre haber apoyado el cierre histórico de la etapa más incivil de este país a través de la Ley de Amnistía y de la Constitución española de 1978.
Me produce escalofríos el silencio cómplice de aquéllos que redactaron la Constitución y que construyeron la transición no sin esfuerzos y renuncias, ante el intento de este gobierno de cambiar el modelo de Estado por la vía de aprobar Estatutos como el catalán, burlando los procedimientos de reforma previstos en la propia norma constitucional. Me producen escalofríos las declaraciones, plenas de irresponsabilidad, de Montilla y sus descerebrados correligionarios, que ya no sólo tratan de presionar al Tribunal Constitucional, sino que tratan directamente de disolverlo, y así lo dicen ya sin tapujos, sin que exista ninguna reacción de repulsa a tales intentos y de defensa a la legalidad constitucional por parte del partido en el poder.
Me recuerda lejanamente todo esto al panorama de descontrol que se dio en los estertores de la II República, aunque me niego a pensar que ambas situaciones sean comparables. Me niego a que seamos tan imbéciles como para ser capaces de repetir los mismos errores. Pero no es menos cierto, que cuando se juega con fuego existe el riesgo de quemarse.
Al extremismo de este Gobierno, cada vez más escorado hacia la sinrazón que da el no tener un programa mínimamente realizable, hay que unir la absoluta incapacidad de una oposición de impresentables que no se merece ganar unas elecciones. En efecto, el panorama no es más alentador si miramos a la derecha del tendido: en ese lado están las gradas de sol, en las que los populares se sientan, cegados por el astro rey de sus corruptelas particulares, de sus luchas internas, y de su incapacidad para hacer una oposición seria. Una oposición que ataca su propia credibilidad a base de proferir slogans caducos del estilo de "España se rompe", o "la democracia está en serio peligro". Los aspirantes al poder deberían dejarse de frases hechas, de lugares comunes, de cuestiones de concepto y de alarmismos, y atacar cuestiones concretas, con datos y argumentos, que a pesar de lo fácil que se lo está poniendo el Gobierno, se les ve incapaces de meter una sola bola en la tronera. 
La paridad le ha pasado factura a los populares, que eligieron como Secretaria General a una persona insegura, que se equivoca en su discurso hasta cuando lo lee, sin la suficiente talla política y a la que la portavoz parlamentaria, sin ir más lejos, le da mil vueltas. Si a eso le añadimos la increíble parálisis cerebral de Rajoy, empeñado en llegar a la Moncloa a base de no hacer nada (ni siquiera explotar los errores del adversario), pues el cóctel de incapacidad está servido. 
Unos son unos extremistas que saben muy bien a lo que juegan, que manejan la calle y los medios con maestría maquiavélica, y los otros son unos incapaces que no tienen ni idea de cómo gestionar el aluvión de populismo que el gobierno ha provocado. Al paso que va esto, sólo nos falta ver a Zapatero enfundado en una camisa roja, autoproclamándose heredero de Alcalá Zamora o de Manuel Azaña, al más puro estilo bolivariano, y reservarse un "Buenos días, Presidente" en TVE.
Falta seriedad en la política, y falta opinión crítica en la sociedad. Parece de coña, pero llevamos semanas hablando del velo, de un juez y de los falangistas (sí, ¡de los falangistas!), mientras el Fondo Monetario Internacional acaba de asestar otro mazazo a la economía española al reconocer que hasta 2016 no seremos capaces de arrojar un dato de crecimiento económico superior al 2%. Y eso, teniendo en cuenta que nuestra economía sólo crea empleo cuando el crecimiento ronda o supera el 3% del PIB, supone tanto como decir que en este solar patrio no se va a crear empleo hasta 2016, por lo menos. Es decir, hasta dentro de SEIS AÑOS. Los brotes verdes están cada vez más lejos, pero los morados salen cada día a la calle, y no en procesión de Semana Santa.
La verdad, me temo que el porcentaje de abstención en las próximas elecciones generales va a ser histórico. Aunque visto lo visto, no me extrañaría que ganara Rosa Díez con mayoría absoluta.

2 comentarios:

Gilraen dijo...

No quito ni un punto ni una coma de esta entrada, Isengard.
Magnífica.
Entre manipuladores en una orilla e incapacitados en la otra, nos encontramos los demás, con el agua de momento por la cintura...
Y sigue subiendo el nivel.

Dailea dijo...

"Al paso que va esto, sólo nos falta ver a Zapatero enfundado en una camisa roja, autoproclamándose heredero de Alcalá Zamora o de Manuel Azaña, al más puro estilo bolivariano, y reservarse un "Buenos días, Presidente" en TVE."
jajaja sublime.
Opino igual que Gilraen