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martes, abril 06, 2010

ESTADO SOCIAL Y POBREZA MORAL



Creo que he dado con la solución. No tengo ni idea de cómo se podría reparar la pobreza moral, cultural, educativa y en general, de valores, de esta sociedad saturada de violencia y de sinrazón, pero si sé cómo evitar que los mismos delincuentes que han ido inoculando en la sociedad los virus de la indiferencia, de la mediocridad, del mínimo esfuerzo y de los medios justificados por el fin, no vuelvan a hacerlo.
Para empezar habría que fusilar a todos los responsables políticos que algo hayan tenido que ver con la cosa educativa en los últimos 30 años. Sin excepción. Empezando por Maravall, y acabando por el último ministro o secretario de Estado del ramo, que ni sé cómo se llama ni me importa un carajo. Todos en una fila figurada, contra una pared, y a tomar por culo con todos ellos. Así haríamos justicia (un poco expeditiva, lo reconozco, pero justicia al fin y al cabo) por el desastre educativo y cultural y por los fracasos causados por sus experimentos educativos. Experimentos propios de políticos sectarios, interesados y mediocres, a los que la formación educativa de las siguientes generaciones a sus respectivos mandatos se la ha traído siempre al fresco, y cuyo único fin ha sido fomentar generaciones adocenadas por la incultura, desmotivadas y fácilmente manipulables.
Una inyección letal en el cuello (para que llegue antes al cerebro) a todos los directivos de medios de comunicación, fundamentalmente televisivos, que han permitido que el sector audiovisual se haya convertido en un gran contenedor de basura, en aras a conseguir más audiencia que el vecino. Una televisión donde se coloca a delincuentes condenados en lo más alto del escalafón mediático, donde se predican bondades tipo "con mi chocho hago lo que quiero" a cargo de reconocidos intelectuales como Belén Esteban y demás morralla del corazón. Una televisión donde se explota al máximo la crónica de sucesos (hay que reconocer que la casquería siempre vende mucho), donde se busca lo impactante, importando poco o nada las consecuencias de su exhibición, y que, en definitiva, premia la inconsistencia sobre el esfuerzo, la popularidad sobre el ingenio, y el tener morro sobre la educación. Una sociedad en la que el asesino de la catana, ese que despedazó a sus padres y a su hermana (y que ya está en la calle) inspira un videojuego.


Una esterilización química (para que no repitan) a miles de padres que son claramente incapaces de educar a sus hijos. Padres incapaces de decir que no, incapaces de poner límites, que quieren ir de coleguillas y de enrollados, y que acaban convertidos en víctimas por auténticos dictadores sin escrúpulos de apenas 14 años. Padres que ni siquiera se han molestado en enseñarle a sus hijos, desde que tenían 3 años, que no se puede tener todo en la vida, y que lo que se tiene, mucho o poco, hay que valorarlo. Y que las cosas no se obtienen de forma inmediata, que a menudo hace falta trabajar y esforzarse para conseguirlas. Esos padres también son culpables, porque para tener un hijo cualquiera vale, pero no para educarlo en condiciones. ¿Cuántos padres se quejan de lo largas que son las vacaciones de verano, y reconocen sin rubor que están deseando que vuelva a empezar el colegio para que "los niños" les dejen tranquilitos? Pues eso ya es todo un síntoma. Luego no nos sorprendamos de ver ejemplares de 12 o 13 años sin ningún tipo de discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal, sin ningún sentimiento de culpabilidad por sus acciones y cuyo máximo objetivo en la vida es entrar en Gran Hermano y hacerse famosos.
Y garrote vil a un sistema de protección social del que algunos hasta se vanaglorian, y que se ha demostrado absolutamente ineficaz para contener las desigualdades, a pesar de los miles de millones de euros dedicados por todas las Administraciones Públicas a integración social, a "implementación" de medidas de diverso pelaje, a "avanzar en la igualdad de géneros", a luchar contra la marginación, a apoyar a "familias desestructuradas". Todo palabrería. A la vista está el resultado. Es un sistema que subsidia el desempleo y la inactividad en vez de fomentar la iniciativa individual. Y si no que le pregunten al que piensa que le merece más la pena cobrar el paro y todas las ayudas y subvenciones públicas que pille, mientras hace unas cuantas "chapucillas" para rematar el mes (a trabajar cobrando en negro se le llama así, hacer "chapucillas") que tener un trabajo en condiciones y apoquinar, vía impuestos, como hacemos usted y yo, para que el tinglado no acabe de escoñarse del todo.


Todos ellos han sido los principales culpables de crear una brecha educativa y cultural tan injusta como profunda, la que distingue a una parte de la juventud con las ideas bastante claras, con una serie de valores medianamente aceptables y una formación educativa mayoritariamente de nivel universitario, por una parte, y de otra, una juventud sin estudios, dominada por el fracaso escolar, plagada de macarrillas pastilleros de chandall blanco y coche tuneado de forma infame, de fulanos con pendiente y fulanas enjoyadas hasta las cejas, de gente que no respeta ni a su madre, que sale de fiesta el viernes y vuelve a casa el lunes, y cuyo único objetivo en la vida es ser más chulo que nadie y tener pelas para gastarlas en el botellón de los sábados. Sin más.
Pero no nos engañemos, este desastre no va por clases. Hay jóvenes de estratos sociales bajos que, dentro de sus posibilidades, se esfuerzan por conseguir una vida mejor, estudiando, o trabajando, o ambas cosas, que de todo hay. Y hay jóvenes de estratos sociales mucho más elevados que no han dado un palo al agua en su vida, auténticos parásitos sociales que recibieron en su 18º cumpleaños un BMW, que son como un pozo sin fondo para la tarjeta de papá, al que por cierto, ven de vez en cuando. Gente que no valora nada de lo que tiene, que está hastiada de tanto tener, y que precisamente por ese hastío, busca emociones cada vez más fuertes.
En todo ese arco iris de desolación moral hay de todo, podemos contemplar ejemplares muy diversos: al niñato de 16 años capaz de forrar a hostias a un desconocido porque según él le ha mirado mal, al jovenzuelo de 15 que como se aburre se dedica a tirar piedras a los coches que pasan por una autovía, a la chica de 14 capaz de asesinar a golpes a una compañera de colegio y enterrarla viva o al energúmeno de 20 que se justifica con un "la maté porque nadie se ríe de mi"... Comportamientos excepcionales, pues no son la regla general (estaría bueno que lo fuera), pero que no por excepcionales dejan de ser escandalosos y que en muchos casos rozan la psicopatía no diagnosticada. Y que a pesar de ser excepcionales, cada vez son más frecuentes.
Esta es la tostada que hay, echémosle mermelada y hala, a ver quién se la traga. Y sigamos dedicando tiempo a discutir sobre la reinserción social, sobre las penas de los menores y sobre si son o no responsables de sus actos, y millones a crear observatorios para la violencia de género, para la laicidad y para su puta madre, más millones para subvencionar a miles de asociaciones y "colectivos" de la nada, a colocar a los amiguetes y a fomentar chorradas que no van a ningún lado.
Esta asesina confesa de 14 años, que con una frialdad propia de un psicópata de película, le ha contado al juez cómo asesinó a su compañera de clase a golpes y a punta de cuchillo y cómo la enterró bajo una capa de piedras mientras aún respiraba, esta hija de puta, probablemente será internada en un centro de menores, pero antes de 2014 estará paseándose por la calle como usted y como yo. Que no pase por su lado, o por el de su hija, y no le pique el billete. Y si cuando salga, no se hace la ruta de los platós, tendré que pellizcarme para creerlo.

1 comentario:

Dailea dijo...

Me quito el sombrero.