EL 1 DE MAYO

Atendiendo múltiples peticiones de mis lectoras, hoy me dejaré ver sin mi apariencia habitual, la de salir a la calle. El de la derecha soy yo. Así soy yo desnudo y al natural, mis queridas viciosas. Estoy un poco pensativo, pero es que la cosa no es para menos. Mi plan de trabajo va un poco retrasado, y en mi galaxia tanto la productividad marginal como la productividad media son dos datos a tener muy en cuenta. Allí si no cumplimos con nuestro cometido, no nos despiden indemnizándonos con 45 días de salario por año. Allí nos reciclan en la campana de fundición.

Hoy este androide ha ido a trabajar, disfrazado de funcionario -como siempre-. Al ir a entrar en la Catedral, me la he encontrado cerrada. Consultando mi banco de datos, me he dado cuenta de que "es festivo". Mierda. Otro día perdido. Es 1 de mayo, el día del trabajo, que paradójicamente en este planeta se celebra haciendo de todo menos trabajar. Es el reino del eufemismo. Igual que los centros de salud. Los únicos lugares donde se concentran centenares de humanos enfermos, se llaman "centros de salud". ¿No sería más normal llamarlos "centros de enfermedad"? 

Uf, 138 años en la Tierra y sigo sin acostumbrarme a estas cosas...

Así que nada, aprovechando que de vez en cuando salía el sol y que las chicas van ya en tirantes, me he sentado en un banco en Anaya, y me he conectado mentalmente a internet, a leer la prensa del día. Casi a las 4 de la tarde, y después de comer en una terraza de la Rúa (los androides de la serie B654GT23 no comen, pero yo si, porque soy de una serie "bionics" superior) me he dirigido a mi casa, mandando antes el informe diario: "Actividad: 0. Motivo: Día del Trabajo. Resultado: Imposible trabajar, objetivo cerrado con una puerta de 2.800 kg. Teletransportación al interior: inviable. Demasiados testigos y muros demasiado gruesos."

El 1 de mayo pasó sin pena ni gloria. No como en Grecia, donde a la gente le han suprimido las dos pagas extras, les han congelado el resto del sueldo anual y les han subido los precios de todo: desde el pan hasta la gasolina. 

Todo ello mientras les dicen que tienen que apretarse el cinturón para salir de la crisis. Una vez más, el pagano es el ciudadano. Y el malversador, el terrorista financiero que desde el gobierno heleno falsificó las cifras de la contabilidad nacional griega para no hacer sonar las alarmas comunitarias, tan campante en su casa. En su casa observando la que cae. El mismo que despilfarró millones de euros en gilipolleces y en alimentar la red de estómagos agradecidos que le sostenía en el poder.

Y claro, llega el 1 de mayo en Grecia y se monta la mundial. Incidentes, centenares de detenidos, antidisturbios y una ensalada de hostias en la calle que abre todos los telediarios.

Pero en España no. Aquí los humanos españoles están muuuy lejos de Grecia. Aquí sólo rozan los 5.000.000 de parados y bueno, de vez en cuando el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea o los cabrones de Standard & Poors les pegan un repaso, pero nada más. La verdad es que lo han hecho tantas veces en los últimos dos años, que se han acostumbrado. Hasta yo me he acostumbrado. Que veo a Zapatero diciendo que en mayo comenzará a relanzarse la economía, y es como aquel mal despertar del día de la marmota: esto ya lo he vivido yo...

Aquí los sindicatos mayoritariamente subvencionados, CC.OO y U.G.T., salen a la calle, con ese tono mitinero que me apasiona, llenos de banderitas y tocando el tambor, echándole la culpa del paro a la reforma laboral, exactamente a la reforma laboral que no se ha puesto en práctica porque el gobierno no tiene cojones de gobernar. Perdón. Tantos años en la Tierra hacen que se me peguen determinadas formas lingüísticas propias y típicas del género humano.

Aquí miles de trabajadores siguen a Cándido Méndez y a Toxo como si fueran sus salvadores, sin darse cuenta de que los tienen engañados, de que son dos manipuladores, de que están vendidos al poder. Sin darse cuenta de que si a un pequeño empresario le sale excesivamente caro despedir, cada vez contratará menos. Es de cajón, pero no se dan cuenta, o no quieren dársela. En cualquier otro país europeo con una situación como la española, los sindicatos habrían retomado su papel reivindicativo y habrían salido a la calle a gritar contra el responsable de no hacer nada mientras la economía se deteriora, que -según mis datos- no es otro que el gobierno. Aquí no, aquí le echan la culpa del paro y de la crisis a la oposición. 

Su falta de objetividad y su extrema ideologización, la misma que les llevó a organizar manifestaciones y huelgas generales en otros tiempos por mucho menos, les lleva a no protestar ante un gobierno que se ha cuidado muy mucho de untarles convenientemente mediante un chorro de millones procedentes del dinero público, que como bien es sabido, para un gran porcentaje de españoles, no es de nadie.

Hace ya un par de meses que los sindicatos salieron a la calle a protestar "contra la crisis". Es surrealista. Tan surrealista como si los vascos, asediados por el terrorismo durante décadas y que han pagado su tributo de sangre, salieran a la calle protestando contra la muerte.

Pero este país es así. Y lo que más me preocupa, a pesar de ser así, me gusta. Cuando acabe de escanear la Catedral, propondré al Consejo empezar con la Casa de las Conchas, que ahí hay tema para rato.
Estoy cabizbajo. Ha habido una imagen hoy que me ha dejado sin aliento: el ministro de Trabajo, con esa barriga que Dios le ha dado y con las manos en los bolsillos, diciendo con total tranquilidad que la crisis ha tocado fondo y que a partir del mes que viene el panorama del empleo mejorará. Que de hecho, ya está mejorando.

Mañana tampoco podré trabajar. Es domingo. Así que esta tarde la dedicaré a degustar una exquisita marca de cerveza que compré ayer. Y a ver a Rafa Nadal, que en realidad es el único humano que me levanta la moral.