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sábado, mayo 29, 2010

GOBIERNOS EN BLANCO Y NEGRO


Hay momentos en la vida en los que hay que saber dejar el tabaco. Hay momentos en la vida en los que uno debe pararse y reflexionar sobre lo recorrido y lo que queda por recorrer. Con los gobiernos pasa lo mismo. Un día el líder de turno entra en el túnel del éxito, gana las elecciones y todo es de colorines. Todo son palmaditas en la espalda, sonrisas, grandes declaraciones, solemnes promesas y apoteosis general. Y con el tiempo, el gobierno de colores se va transformando en una bestia íntimamente avergonzada -aunque exteriormente luche por mantener el tipo-, en un gobierno en blanco y negro. Como si fuera una imagen extraída del NODO. Es un gobierno que ha agotado su recorrido. Y mientras eso sucede, miles de obedientes palmeros, antaño firmes entusiastas, empiezan a temblar, temerosos de perder sus privilegios, sus dietas, sus coches oficiales, sus influencias. Temerosos de ir por la calle y que nadie se pare a hacerles la pelota.
Los gobiernos son como las parejas: cuando los ministros en la intimidad del banco azul ya ni se miran, es que ya no hay pasión ni se cree en lo que se hace. Como cuando una pareja repite los mismos ritos y las mismas conversaciones todos los días sin siquiera saber por qué. Se marchó el estío para dar paso al hastío. Es ese momento cruel en el que a uno ya ni siquiera le importa dejar al otro en la más absoluta soledad, aunque sepa que esté necesitando todo el apoyo que antes quizás no llegó a precisar. 
La democracia es así. Rencorosa y vengativa con los que la maltratan. Tanto más rencorosa y vengativa cuanto más absorbente y excluyente es el ejercicio que del poder se haga. Ya lo dijo aquél: "El poder corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente". Otros lo llaman el "síndrome de la Moncloa", como un mal atenazante y misterioso que se cierne sobre los que tratan de dirigir nuestros destinos. Habrá que investigar, lo mismo hasta encontramos las caras lívidas de los fracasados, como caras de Bélmez, en las paredes del sótano del palacio.
Les ha pasado a todos. A Suárez, a Aznar, a Felipe González. A Calvo-Sotelo no, porque su gobierno fue siempre en blanco y negro por razones históricas. Y todos ellos tuvieron que dejarlo, unos con más éxito, otros con menos. Algunos han encontrado su lugar celebrando reuniones, jugando al golf, dando conferencias, presidiendo fundaciones, o simplemente dando por saco de vez en cuando. Otros tuvieron la desgracia (o quizás la suerte, quién sabe) de olvidarlo todo consumidos por una cruel enfermedad. Otros simplemente han desaparecido y sólo emergen de vez en cuando de las profundidades del anonimato para recordarse a sí mismos que un día existieron.
A Felipe González siempre se le ha reprochado que dilapidó el mayor capital de ilusión que ha tenido jamás este país. El Sr. González ya puede dormir tranquilo. Ese señor que se dice de la izquierda, el que preside ese banco azul que se ha vuelto gris, ha batido todos los récords. No fue un presidente, fue una marca: la marca ZP. He de reconocer que el día que vi por primera vez el logotipo ZP, me sonrojé. Me pareció una frivolidad política de tal calado que me sonrojé, y me dije "O esto es un antes y un después, o simplemente es una gran mentira". Acerté. Pero además de venderse a una marca, a su propia marca, se vendió a una marca vacía: no tuvo una política, sino que fue un vendedor de humo que aplicó el marketing como si su concepto de país se asemejara a una especie de superficie comercial. De cara a la galería, "gobierno de España" hasta en la sopa; en la práctica, secciones incomunicadas destinadas a vender cada una su producto y a trincar cada una lo suyo: la sección catalana, la sección vasca, la sección andaluza, la sección canaria... Secciones que hasta se han peleado por el agua de los ríos bajo su mandato. Y otras dos secciones más: la guerracivilista y la falangista. Esa ha sido su política. En definitiva, tensiones autonómicas, tensiones ideológicas, tensiones sociales y para mantener el chiringuito playero, tráfico de votos en el Congreso a cambio de créditos presupuestarios. Solidaridad cero. Y el populismo más paleto y más pajinero que uno pueda imaginarse, por bandera.
No se ha ocupado de todos, sino que sólo se ha preocupado de los que él consideraba los suyos: bajo el falaz disfraz de favorecer a los desfavorecidos, ha favorecido a los de siempre: a los poderosos y a la banca. Las migajas fueron para el sindicato de la ceja, para los progres de siempre. Para los demás, menos que nada: recortes, congelaciones, sectarismo y paro. Mucho paro. Y dependencia del Estado traducida en subsidios miserables.
No sólo ha dilapidado un enorme capital de ilusión (bastante ilusa, dicho sea de paso) que se depositó en él. Además ha dilapidado literalmente las arcas públicas, las ha arrasado en una política de tierra quemada que no ha hecho sino aprovecharse del sentido común de gobernantes pasados y nos ha dejado a los pies de los caballos. Alguien debería haberle explicado en aquellas tres tardes de economía que no es lo mismo gastar que administrar. Para gastar sirve cualquiera. Por eso nunca pasará a la historia de este país como un gobernante. La historia le recordará como una figura pésima. 
Le quedan meses, quizá días. Y le espera una agonía larga, dura y difícil. Pronto pasará a ser un mal recuerdo. El Zapatero que llegó a La Moncloa con grandes alharacas y una experiencia política igual a cero, sin haber sido antes ni siquiera concejal de un pueblo, sale del Gobierno con la triste marca de haber sido el peor presidente de la democracia. Dios lo tenga en su gloria y nos libre de su presencia pública. 
Se evaporaron los motivos para creer, y aquí nos deja la peor tostada que nos podía haber servido. Un país deshecho, con la moral por el suelo y en quiebra. El se retirará, con su pensión vitalicia y sus batallitas de la igualdad, convencido de que lo ha hecho bien. Y de que la culpa es de Rajoy.
Sólo espero que algún día el PSOE nos regale un presidente que no se dedique a reventar la caja previamente engordada por la gestión de un anterior gobierno conservador. La caja de Hacienda, de la Seguridad Social, la caja de todos.
¿Cuándo el PSOE nos regalará un gobierno que no acabe en paro, en corrupción, en mentiras y en despilfarro? ¿Para cuando un gobierno socialista que deje al país mejor que lo encontró?
Tenía razón Rubalcaba: merecemos un gobierno que no nos mienta. Y a este Gobierno su ineficacia y sus mentiras le han mudado la color. Lo han vuelto de blanco y negro.

3 comentarios:

Adriana Fritzenwalden dijo...

"Sólo espero que algún día el PSOE nos regale un presidente que no se dedique a reventar la caja previamente engordada por la gestión de un anterior gobierno conservador. La caja de Hacienda, de la Seguridad Social, la caja de todos."

eso mismo espero yo, un lavado de cara con urgencia y que todo esto sirva al menos para aprender de los errores y que no se repita siempre la misma historia...

Veckia dijo...

...Y quién será el proximo candidato a presidente para el Psoe en las próximas elecciones?

Lo pienso y repienso y no me aclaro.

Porqueeee... Zp espero que tenga la dignidad de no volverse a presentar de nuevo!!

Si alguien lo sabe, que me lo diga.

Ya veremos, como dijo un ciego.

Saludos.

LAS RUINAS DE ISENGARD dijo...

Puej parece que Bono, el Señor de los atiquillos, tiene bajtantej posibilidadej.
Aunque si no es él puede que Pepiño Lengua de Serpiente se autoproponga... Total, una vez que se ha construido una casita en mitad de un parque natural, ya no es plan ir por la vida cortándose.